UNA MODALIDAD DE ROBO Y ESTAFA

 UNA MODALIDAD DE ROBO Y ESTAFA[1]

 Por: Hélard Fuentes Pastor

Hace pocos días, leí la noticia de una modalidad de robo y/o estafa bastante conocida y comúnmente perpetrada por mujeres. Consiste en que una de ellas bota al suelo un fajo de billetes o balurdo (preparado con papel periódico o entremezclados con dinero fuera de circulación), y atento o no el transeúnte, es interceptado por otra mujer que lo recoge o asegura haber visto a la víctima levantarlo y propone la repartija. Según el caso, trata de ganar la confianza de la persona. Al cabo de unos minutos, de forma inexplicable, aparece la dueña exigiendo que le devuelvan la ‘plata’. En eso, comienza a registrar las pertenencias del incauto(a) con la excusa de que no está completo.

Aquella trampa es famosa en Arequipa. No tengo plena seguridad de cuando apareció, pero la recuerdo del año 2010 en las inmediaciones del Complejo Nicolás de Piérola. Asimismo, por algunos testimonios sé que también ha ocurrido en la zona de Sedapar, Mercaderes, Siglo XX, y ahora por la iglesia del Pilar, es decir, se trata de una forma de hurto perpetrada en zonas céntricas –concurridas o no– y normalmente sorprende a los jóvenes para arrebatarles lo que tengan a la mano, billeteras, celulares, etcétera; aunque se ha dado con personas mayores, jubilados que acaban de cobrar su pensión y a quienes salen de agentes automáticos, cajeros o bancos.

Precisamente, en junio del 2010, la periodista Flor Muñoz Apaza publicó un interesante y amplio listado de hurtos y robos en Arequipa; sin embargo, en su apunte no alcanzó a documentar esta modalidad a la que han dado en llamar en varias provincias –para conocimiento de los lectores más jóvenes– «la cascada». Vale decir que en un reportaje de Perú 21, se comentó que esta forma de estafa junto al clásico cuento de «las pepitas de oro» data de 1970, en que los timadores se aprovechaban de la distracción e inocencia de sus víctimas, apelando a su necesidad o, en su defecto, a su ambición.

Lo curioso es que también se han registrado casos en el extranjero como la ciudad de México; no obstante, la mayor incidencia se encuentra en nuestro país, por lo que –para vergüenza propia– debemos gozar de su titularidad. La discusión respecto a esta modalidad radica en su tipificación, pues comúnmente se le ha considerado como ‘estafa’ que, nos dicen los especialistas, «implica la entrega voluntaria del dinero por parte de la víctima» (LPDerecho.pe), y en otras situaciones, como la reciente denuncia periodística que he leído, se puede considerar ‘robo’, dado el despojo de las pertenencias mediante la violencia.

La criminalidad siempre ha existido, por lo que «la cascada» debe tener un antecedente inmediato en las formas de delincuencia republicana, quizás el «bandolerismo» –aunque a menudo es entendido como el asalto armado en el camino–. Lo cierto es que, en las primeras décadas después de la independencia, como revela Arturo Villegas Romero, las denuncias a ladrones eran compensadas al ser atrapado, y era deber de la ciudadanía auxiliar en su labor a los comisarios de la policía, sobre todo, cuando aquellos necesitaban su apoyo. Lamentablemente, ahora nos hemos desentendido y hay que tener suerte para lograr asentar una denuncia en la comisaría, pues muchas de ellas suelen desestimarse.



[1] Diario Correo. Arequipa, 27 de enero del 2022.

Comentarios