SUPLEMENTO DEL DIARIO EL PUEBLO. AREQUIPA, 12 DE ABRIL DEL 2020.
XAVIER BACACORZO: LA HISTORIA DE UN CRÍTICO
Por: Hélard Fuentes Pastor
¡Quién no ha conversado alguna vez con
el doctor Bacacorzo, o, por lo menos, quién no se ha cruzado con el maestro en
el Portal de Flores! Xavier no solo es un hombre de letras y docencia, sino un
personaje arequipeño que representa el carácter de una época que se define por
las continuas discusiones de carácter ideológico y académico en las
universidades a mediados del siglo XX, y donde alternaban diferentes estudiosos
con natural elocuencia y conocimiento teórico.
Su padre, Santos Esteban Baca
Ordinola, era un vecino piurano que se casó con la arequipeña Carmen Hortensia
Corzo Arredondo, cuando él tenía 25 años y ella frisaba los 23. Entonces,
Santos, militar, oficial del ejército, vivía en el callejón Landa N° 105. Aquí,
probablemente, la familia vivió los primeros años después del matrimonio que se
realizó un 19 de octubre de 1924 por religioso y el 24 por civil.
Pronto, tuvieron tres hijos, quienes
han aportado a la intelectualidad peruana. Jorge Ernesto fue el mayor, nacido
un 27 de mayo de 1925, quien enriqueció la vida cotidiana de los ciudadanos con
poesía y reuniones culturales. Recordarán una de las primeras ferias que se
realizó en Arequipa en 1962. Jorge promovió la actividad. Después, sigue un
abogado e historiador de prestigio en la capital. Nos referimos a Gustavo
Javier Alfonso, que abrió los ojos un 17 de diciembre de 1928. Y, un 08 de
enero de 1930, nació Xavier Alfredo Luciano; no obstante, en diferentes apuntes
biográficos se da a entender que fue en 1931, mientras en otros, figura el año de
1932; sin embargo, nosotros nos basamos en el registro civil independientemente
de lo anecdótico que puede acontecer.
En una hermosa entrevista que
realiza el periodista Víctor Huirse a Xavier Bacacorzo, el doctor cuenta que
parte de su infancia transcurrió en Lima, y cuando tenía seis años, la familia
retornó a la ciudad de Arequipa. Su padre había ejercido cargos importantes,
era medalla de honor de la Escuela Militar de Chorrillos, y gozaba de una tremenda
habilidad para los idiomas; según afirma el mismo crítico, dominaba nueve
lenguas y publicó hasta cinco obras como el Planisferio de Guerra.
Por un tiempo, Santos vivió en
Europa y enviaba libros para incentivar a sus hijos. Por ese motivo, consideramos
que su niñez se desarrolló en un dinamismo académico impresionante. Los
hermanos Baca Corzo dibujaban, pintaban y escribían, por supuesto, bajo
orientación de su madre que también tenía una profunda sensibilidad artística,
sobre todo, por la música. Curiosamente, al volver su papá, les tomaba examen
de dichas lecturas. Él, cuenta que integró el coro polifónico en el colegio y
que desde temprana edad tocó un instrumento bíblico, el arpa. Asimismo, la
secundaria fue un periodo de sugerentes aprendizajes en el colegio San
Francisco.
Con el transcurrir de los años, como
sus hermanos, Xavier amplió sus conocimientos en el campo de las Humanidades y
fueron reforzados con sus estudios en la Escuela de Arte Carlos Baca Flor y en
la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de San Agustín, dónde cobró
notoriedad a mediados de los años cincuenta por su participación en la
Federación de Estudiantes, cuando ya estaba próximo a graduarse como bachiller
con una tesis sobre el pintor Baca Flor.
Vale destacar que sus estudios
universitarios, de igual forma coincidieron con sus tempranas cualidades para
la docencia y su activismo en el movimiento cultural Avanzada Sur que, junto a
su hermano-fundador, constituyó un puntal, y ahora ruge con merecido eco en los
anales de la Historia de la Literatura Peruana.
Luego, en 1957, se trasladó temporalmente
a Lima. Aquí hubo de trabajar –según manifiesta Alberto Tauro del Pino– en el
ámbito periodístico, y retornó para alcanzar el grado de doctor con una tesis
sobre José Diez Canseco. Ocurrió el 27 de diciembre de 1962, ante la mirada expectante
de dieciocho jurados –sostiene el mismo autor. Entonces, entabló amistad con
muchas personalidades desde el gran poeta Alberto Hidalgo, pasando por
Francisco Mostajo, a quien pintó empleando la técnica de tricromía a pluma,
hasta Pablo Neruda, cuya visita en 1966 fue secundada por su hermano Jorge y,
cómo no mencionar, la Galería 300 - Arte.
Las ideas socialistas del crítico
devienen, sobre todo, del seno materno, dada la formación de su abuelo, Manuel
Corzo; pensamiento que, junto al espíritu castrense y disciplinado de su padre
y la herencia intelectual, amalgamó su personalidad. Aquella que, por sus
discusiones o reflexiones, captaba la atención de los concurrentes ya sea en la
galería de arte y cultura, a la que perteneció desde sus inicios, y en sus
clases en las aulas de San Agustín.
Aquel periodo que comprende los años
setenta y noventa, presidió diferentes entidades como la Casa del Poeta, la
Asociación Cultural Peruano-Soviética o la Sociedad Bolivariana del Perú (filial
Arequipa), sin mencionar sus gestiones en la universidad. Igualmente, cuestionó
la producción literaria e historiográfica de varios autores, ocupando un lugar
en la intelectualidad arequipeña como crítico, a veces, severo, irónico y
punzante, por supuesto, también varios de sus estudios fueron elogiados,
considerándolo un verdadero investigador literario.
En varias ocasiones estuvo en la
tormenta. Sus fuertes declaraciones hicieron de él un personaje icónico y temible.
Jamás dudó en cuestionar un libro, menos en plena presentación, y, para beneplácito
de muchos o incomodidad de otros, lo hizo sin pelos en la lengua. Su crítica
despunta por inolvidables frases en entrevistas o artículos periodísticos discrepando
de sus contemporáneos, como decir: «descubridor que no descubre nada» o
«aprendiz de historiador».
Hoy, es un maestro jubilado que
recorre las calles del Centro Histórico de Arequipa, acompañado de su esposa,
la reconocida profesora de Ballet, María Esther Basurco (n. 22/03/1953), con
quien se casó en 1973. A paso singular, camina recordando aquellas múltiples
anécdotas que suele llevar en un cartapacio o en la memoria envidiable que
evoca aquel premio que ostentó en la Escuela de Artes o las numerosas
exposiciones de arte que lo llevaron a Lima o Trujillo, en su juventud. Por
ratos, suele entretener sus diálogos con sugerentes chistes, y sobrevienen
diversos nombres como los miembros del grupo Abemur, que también integró, o los
amigos de Avanzada.
Xavier Bacacorzo se ha ocupado de
tantos que temas que solo mencionarlos sumarían páginas de páginas,
precisamente, debido a dicha preocupación, laboriosidad y temeridad, asoma un
perfil ostentoso, de rigurosa mirada y marcha determinante, para ofrecernos,
una vez más, la interesante charla sobre Mariano Melgar, Flora Tristán, María
Nieves y Bustamante, Trinidad Morán, César Vallejo, Juan Pablo Viscardo y
Guzmán, Jorge Vinatea Reinoso, entre otros temas que ha investigado, desde el
arte hasta la historia y, cómo no, su producción poética con Tríptico de Amor (cuaderno de poesía,
1965) o Ira y amor por la sangre de
Camboya (Palabra & Fuego, 1970), además de sus conocimientos de naturaleza
mística.
De los reconocimientos, ni que
hablar. Poseedor de múltiples medallas y diplomas que, como varios pasajes de
su vida, se encuentran reseñados en apuntes biográficos elaborados por Alberto
Tauro del Pino (1987), Jorge Cornejo Polar (1990), Guido Díaz del Carpio
(1992), Dante Zegarra López (2001), José Luis Rivera Rivera (2003), César Toro
Montalvo (2004), Hélard Fuentes (2014), por mencionar algunos. Finalmente, nos
apena y sorprende la omisión del diccionario coordinado por Carlos Milla Batres
en los años ochenta, cuya Bacacorzo era un académico de vital importancia;
nosotros recordamos sus artículos sobre el Indigenismo (1975), Arequipa en junio
del 50 (1999), Julio Málaga Grenet, César Vallejo o el poema dedicado a Neruda:
«Pablo, no hemos perdido» (1973).
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