PICANTITOS Y CHICHITA: LAS ANTIGUAS COCINERAS DE AREQUIPA

 PICANTITOS Y CHICHITA: LAS ANTIGUAS COCINERAS DE AREQUIPA[1]

Por: Hélard Fuentes Pastor

— Mi madre (...) también tenía negocio, pero sólo hacía picantitos y chichita. Era un local de adobe y calamina nada más (...) —expresó la picantera Angélica Aparicio, en la histórica obra de Raúl Vargas y Sergio Carrasco (2008). En efecto, doña Luisa Áurea Munisaya Mesa fue una antigua cocinera socabayina, educada en un hogar de tradición arequipeña. Hija natural de Caciano Munisaya y Luisa Mesa. Su historia comienza con su bautizo a los cinco días de nacida, el 19 de agosto de 1894. Allí, en la parroquia de San Fernando de Socabaya. Naturalmente aprendió de sus mayores, las recetas características de nuestra ciudad y heredó aquella sazón a su hija Angélica que, inspirada en la cocina de su mamá, instaló su propio establecimiento.

Una de las picanteras más antiguas de la ciudad del volcán fue Gertrudis Álvarez, que fundó el histórico «Sol de Mayo» en 1897, un año después de contraer matrimonio con el vecino de Bellavista, Andrés Rodríguez Melgar, un 5 de julio de 1896. Él tenía dieciocho años y ella diecinueve. Hijos de Mariano Rodríguez e Isidora Rodríguez (sic), y, Justo Álvarez y Carmen Gonzáles, respectivamente (Partida N° 285). El año que abrió el establecimiento, nació Zelmira Martina, bautizada a los seis días, un 30 de enero de 1897 (Partida N° 227). Pronto, a los dieciocho se casó con Marcelino Cerpa Macedo, un 26 de septiembre de 1915. Cuenta la hija, Celmira Evarista Cerpa, emblemática picantera arequipeña, que su madre aprendió cocina desde pequeña.

— Mi madre [Zelmira (sic)] preparaba lomo al horno con cachichuño. Infinidad de platos con camarón hacíamos. Yo hacía muchas recetas antiguas (Vargas y Carrasco, 2008) —afirmó la emblemática picantera que recibió crisma y óleo, un 25 de octubre de 1924, en la parroquia de Cayma, según las referencias que hemos encontrado. Lo cierto es que, gracias a Celmira, la tradición gastronómica continúa hasta la actualidad.

Junto a Áurea y Gertrudis, tenemos decenas de mujeres dedicadas a la chichería y picantería desde tiempos remotos. Otra emblemática mujer fue Eusebia Irma Alpaca Palomino, nacida la madrugada del 5 de marzo de 1928 en Yanahuara, en la calle Ugarte N° 610 (Partida N° 1453). Hija del comerciante Buenaventura Alpaca y Juana Palomino. Cuenta Mónica Huerta lo siguiente: — Mi madre (...) Ella siempre nos sugería a mi hermana y a mí, cuando éramos pequeñas, que algún día nos hiciéramos cargo de la picantería (...) Luego, revisando su testamento, encontré que solo pedía que (...) continúe abierta al menos seis años más. Encontré algo más: el testamento de una tía (...) que en 1895 heredó sus bienes a mi abuela, Juana Palomino. Ella también le decía a mi abuela lo mismo (Vargas y Carrasco, 2008).

La gastronomía es herencia permanente. Así lo demuestra la historia de la famosa Lucila. Precisamente, aprendió a cocinar de su madre, Andrea Valencia que, junto a su esposo, Isidoro Salas, vecinos de la parroquia de Santa Getrudis en Sachaca, la bautizaron a los cuatro días de su alumbramiento, el 28 de octubre de 1917, teniendo como madrina a Carmen Valencia (Partida N° 418). —Todo esto era chiquito (...) Poco a poco me fui volviendo conocida —manifestó Lucila (Vargas y Carrasco, 2008). Eso quiere decir que desde espacios muy humildes se ha construido y proyectado la picantería.



[1] Revista ECO del diario El Pueblo. Año 2. No. 3. Arequipa, 15 de agosto del 2022. P. 10.

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