NILO GAMA, RECUERDO DE UN PROFESOR[1]
Por: Hélard Fuentes Pastor
Creo
que no estaba entre sus prioridades volverse un referente de la historiografía
local. Por el contrario, durante su ejercicio profesional se ocupó de la
docencia y las Técnicas de la Enseñanza Histórica, precisamente, uno de los
cursos que me enseñó cuando estudiaba en la Escuela Profesional de Historia de
la Universidad Nacional de San Agustín, cuyas aulas debieron ser un tercer
hogar para él, después de su casa y la Institución Educativa San Martín de
Porres, donde enseñó por varios años.
Nilo
Orlando Gama Acero (n. 02/09/1969) fue un profesor sencillo, y aunque no
llevaba bajo el brazo mayor reconocimiento que el Título Profesional de
Historia, una maestría y sus especializaciones en Educación, tenía algunos
proyectos curiosos. Una vez me mostró el borrador de una especie de diccionario
que estaba preparando respecto a términos populares, pues su mayor pasión era
la lectura sobre aspectos prehispánicos y costumbristas, lo que dejaba entrever
en la llaneza de su diálogo y aquel carácter conciliador que solo se puede
lograr cuando trabajas con niños y adolescentes. Algo de lo que carecen muchos
catedráticos, por eso, quizás se empecinó en enseñar didáctica, cómo planificar
y poner en marcha una sesión de aprendizaje; además, ese era su tema.
En
una ocasión, le discutí la exigencia del terno para las exposiciones del curso
y aún sigo creyendo que detrás de la etiqueta –aquella que he llevado bastantes
años– se esconde y se refuerza un viejo prejuicio que influye en la manera de
tratar a las personas. Asunto aparte. Resulta que, cuando lo increpé, me
contestó diciendo: ¡Es cierto! La ropa no hace a la persona, pero sí la
distingue. Seguramente mis compañeros recuerdan esa intervención con la misma
nitidez de su traje. Asistía bien encorbatado con su saco y unos inolvidables
chalecos de tela. En realidad, fue de esos profesores con los que es saludable
discutir o discrepar.
Nilo
era el vivo recuerdo de la época escolar. Tal vez el perfil más discutible de
un docente de Educación Superior; no obstante, alternaba con herramientas que
jamás hubiéramos conocido de no ser por su inquietud y experiencia, o por esa
necedad de limitar las carreras profesionales con mallas curriculares bastante
rígidas y distantes de ciertas ramas que serían útiles para la formación del
historiador, por ejemplo, yo no recuerdo haber llevado un curso elemental de
Sociología, Antropología o Legislación, materias importantísimas en las
Ciencias Sociales.
A
veces es difícil comprender cómo una persona relativamente joven y de tremenda
vitalidad (no en vano le encargaban las tareas que requerían mayor dinamismo),
puede ser vencido en la inenarrable lucha que implica esta enfermedad.
Entonces, pensé que se recuperaría, sin embargo, en los primeros días de agosto
fui noticiado de su hospitalización en Yanahuara, y en breve, de su partida, la
que todavía nos inquieta, y cómo todo lo que acontece en nuestro tiempo, no
deja de sorprender.
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