JOSÉ LORA CAM[1]
Por: Hélard Fuentes Pastor
Conocí
al doctor Lora Cam en una librería de la calle Tristán. Entonces, creía –como
muchos periodistas, escritores e intelectuales– que se trataba de un hombre
difícil e irascible; seguramente, por estas razones, evité conocerlo antes. La
primera vez que lo escuché fue en el auditorio de la Facultad de Filosofía y
Humanidades de San Agustín, cuando asistí a un evento sobre la Reforma
Universitaria representando a mi colegio. En aquella oportunidad me sorprendió
aquel dominio escénico que cautivaba la atención de más de medio centenar de
escolares; asimismo, sus agudos comentarios, punzantes y ofensivos para
criticar a políticos como Alan García o Lourdes Flores Nano.
Provocó
la incomodidad de algunas maestras y profesores que acompañaron a sus
delegaciones, incluso, varios alumnos lo criticamos por emplear aquellos
adjetivos vejatorios que fueron la sensación; pese al temor, algunos llegaron a
expresar su desconcierto. Hablar malas palabras constituyó uno de sus grandes
aciertos y, a su vez, el talón de Aquiles. No obstante, se trataba de un
discurso sincero, sin rodeos ni tapujos, para maldición y beneplácito de
muchos.
Durante
mi vida universitaria escuché hablar de José Lora Cam, siempre para mal, salvo
mi padre que solía sintonizar las emisoras donde participaba el filósofo. Lora
Cam era el político moqueguano más irreverente que tenía nuestra ciudad. El
gran orador temido por muchos que llegó a postular al Gobierno Regional de
Arequipa.
Aunque
nos cruzamos en varias librerías recién lo conocí hace algunos años, mientras
revisaba una pila de libros y me pidió que le alcance un texto que ya había
seleccionado. Conversamos de temas históricos, cuestionaba la obra de Jorge
Basadre y exigía el esclarecimiento de acontecimientos como la Guerra del
Pacífico.
A
la semana lo visité en su casa que además de gran biblioteca era un verdadero
depósito de libros que habían colmado los anaqueles y todo mueble alrededor. Le
hablé de los temas que había investigado (el movimiento popular de junio de
1950, las fiestas del carnaval, la fundación de Arequipa, etcétera) y, luego,
intercambiamos títulos. Siempre fue respetuoso conmigo.
La
mañana de un domingo que mi padre sintonizaba las emisoras de frecuencia AM,
alcancé a escuchar un comentario sobre mi producción histórica, fue
gratificante su lectura y recomendación. Pese al malestar que mermaba su salud
continuó recibiéndome en su casa, y en una ocasión, solicité que escriba un
comentario para mi libro: «Escritoras, maestras y artistas. 168 años de vida
cultural en Arequipa», el cual hizo a modo de reflexión sobre su existencia. Me
sugirió añadir la biodata de dos escritoras que se encontraban ausentes: Sara
Castro-Klarén y Sara Beatriz Guardia, por quienes sentía respeto y admiración.
También
lo encontré en las ferias de libros que se realizaban en el parque de la
Libertad de Expresión, al despedirnos me decía: «No te pierdas Fuentes». La
última vez que charlamos mandó saludos al doctor Pedro Luis Gonzáles Pastor:
«dile que siempre estuvimos con él en la universidad». Sepa Usted que hice
llegar su saludo y Pedro Luis lo retornó preocupado porque sabía que se encontraba
mal.
El año pasado
escribimos una semblanza de José Lora Cam, quizá es una de las más completas y
aún está inédita, así comprendí su personalidad y desmitifiqué al personaje tan
criticado como celebrado, en un homenaje que se hizo el año pasado en los
claustros de San Agustín. Me apena mucho su partida.
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