HISTORIADOR Y COMENSAL

HISTORIADOR Y COMENSAL

Por: Hélard Fuentes Pastor

El historiador Enrique G. Ramírez Angulo ha partido a la eternidad. Uno de los recuerdos más nítidos que rescato de estos años de amistad, radica en las interminables conversaciones sobre la historia de Arequipa, ciudad que lo vio nacer un 12 de mayo de 1975. Aquella que aprendió a querer con el esfuerzo y desprendimiento del investigador cuando se trata de abordar temas sociales, verbigracia, el sentido del regionalismo arequipeño o las costumbres y tradiciones en la localidad.

Enrique, además de historiador, profesor y promotor cultural, era un buen comensal, por lo tanto, un extraordinario conversador con quién se podía coincidir y discrepar. Cuántas veces no habremos discutido sobre interpretaciones propias de nuestro quehacer, incluso, en una de esas oportunidades, reunidos en el café La Bóveda, luego de haber sido en una época impulsador del Colegio de Historiadores, reconoció con honestidad profesional que las condiciones aún no estaban dadas para dicho proyecto.

Asimismo, en una de esas tantas ocasiones, cuando recién comenzábamos a conocernos producto de un evento que organizó por varios años con singular éxito cómo es el III Coloquio de Historia Regional (2011), durante un almuerzo que celebramos en La Benita, aprendí de él, el tradicional «prende y apaga» con chicha y anisado. Entonces, gracias a la iniciativa de la Asociación de Historiadores de la Región Sur Arequipa, presidida por Enrique, establecimos lazos amicales con importantes estudiosos cómo: Federico Kauffmann, Lorenzo Huertas, Isabel Álvarez o José Carlos Hayakawa.

Le apasionaba el periodismo cultural, sobre todo, en el ámbito de la gastronomía arequipeña. Inclusive, llegó a participar en un proyecto editorial de la Universidad de San Martín de Porres que, bajo autoría compartida, publicó dos tomos titulados: Picanterías y chicherías del Perú. Patrimonio Cultural de la Nación (2017). De igual forma, alguna vez conversamos sobre un trabajo de curandería que, si no me equivoco, fue su tema de tesis en San Agustín. Le animé a publicarlo, pero tenía el anhelo de profundizar la investigación. Ahora será el antecedente de futuras publicaciones que abrirán los ojos con el entusiasmo que siempre le caracterizó.

Nunca desmayó en dignificar las luchas populares, por ejemplo, la protesta por la suba de impuestos del 30 de enero de 1915, que cobró la vida de diez personas. En tal sentido, cada año organizaba una suerte de homenaje o romería en honor a dichas víctimas en el Cementerio de la Apacheta. Precisamente, la última vez que nos cruzamos me entregó aquel opúsculo (como estilaba) y escribió la siguiente dedicatoria: «Con mucho aprecio a un colega que con sus escritos saca de las arenas del olvido a nuestros hermanos… ¡Por un abrazo histórico!». En pocas palabras, el vibrante concepto de una profesión comprometida con la memoria.

EN DIARIO CORREO. AREQUIPA, 20 DE MAYO DEL 2021.





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