CARLOS MALDONADO: EL POETA DE LOS
NIÑOS[1]
Por: Hélard Fuentes Pastor
Si la literatura universal ha tenido grandes exponentes en el género infantil, basta recordar la obra de Antoine de Saint-Exupéry, extraordinario aviador y escritor francés, autor de “El Principito”. Arequipa, también ha sido cuna de inspiración para la literatura infantil, tanto en retórica como en narrativa y teatro.
El fruto de esta producción ha
permitido calibrar nuevos valores en la juventud. Escritores como Luis
Pantigoso Martínez, Carmela Núñez Ureta, Max Neira Gonzáles, Carlos Maldonado,
entre otros, han plasmado en su producción literaria: su función educadora, su
amor por la niñez, su sensibilidad artística, y las emociones que buscan
mostrar un mundo de realidades nobles, puras y sencillas.
Con resonancia, el poeta y maestro
Carlos Maldonado Ramírez, ha sido uno de los escritores más entusiastas del
grupo. Según se desprende del Diccionario Histórico-Biográfico de Arequipa,
elaborado en paciente labor por el periodista Dante Zegarra López, Carlos
Maldonado nació en Arequipa en diciembre de 1917 y murió el 5 de enero de 1989.
Fue hijo de Carlos Maldonado y Julia Ramírez. Realizó sus estudios en la
Escuela Normal Urbana, donde se graduó como maestro primario. Ha sido
distinguido con las Palmas Magisteriales y la Medalla de la Cultura de la Municipalidad
de Arequipa en 1994.
Su profundo amor por la niñez, le
permitió dejar a través de la poesía un mensaje para las generaciones de su
tiempo y las venideras. Su apasionamiento no radica en ostentar varios premios
locales y nacionales de literatura, sino en cultivar los valores de la niñez y
la juventud.
La poesía de Maldonado, alterna
nuestros deberes y derechos como padres e hijos con las hazañas e inocencias de
las primeras etapas de la vida y la exigencia que caracteriza a la adultez.
Asimismo, nos entrega un testimonio de emociones y juegos de la época,
destacando a los trompos, los títeres, las rondas y el sonido de la campana al
anunciar el recreo. Resulta excepcional trasuntar nuestras vivencias en frases
que reposan apetecibles para la evocación y que están dispuestas con simetría.
Carlos Maldonado ganó el primer
lugar de los “I Juegos Florales en Homenaje al Niño” convocado por la
Escuela Normal de la Universidad “Santa María” de Arequipa. Este concurso se
realizó entre setiembre y octubre de 1966; y el jurado estuvo compuesto por
tres destacados intelectuales: Ana María Portugal, Raúl Bueno Chávez y Gustavo
Quintanilla Paulet. Maldonado, según se registra en el “Acta del Jurado”
participó con el seudónimo de “Mensaje”, y efectivamente su producción
literaria nos ofrece una enseñanza que aviva nuestro espíritu y nutre la
esencia del niño.
“Quiero correr
y que el viento
me roce
con su pañuelo.
¡Campanita
abre la reja,
para que salga
el recreo…!”
En: “Campana de Recreo”
El poemario de Carlos Maldonado se
encuentra divido en tres actos. El primero titula “Suspiros”, donde
plasma la inocencia y la curiosidad propia del infante, indicando literalmente:
“Primer acto del niño: /comienza a vivir /forma su corazón
/con sus padres y…”. Aquí podemos encontrar las poesías: “Primor (A mi
Mamá)”, “Dormidos” y “Escalerita”, que resultan ser los
versos precursores del tema que adopta en los siguientes actos: su formación y
la construcción del conocimiento.
“Corazón:
ojito de agua,
ondita
de tu ondular.
Para mirar,
tu mirada
y tu horizonte
de amar”.
En: “Primor”.
Impresiona la estructura de cada
estrofa, que pese a su fragilidad no pierde el equilibrio ni se desploma entre
letras; por el contrario, capta los detalles sin murmuraciones, se aventura con
absoluta determinación, y la luz de cada verso, converge en cualquier espacio
conturbado por la soledad.
“Para curar
a una estrella,
que enferma
de noche está.
Me he hecho
una escalerita,
con la ayuda
de papá”.
En: “Escalerita”.
En un segundo acto, denominado
“Bolitas de Cristal”, nos muestra como el pequeño genera afectos en su entorno,
“él juega con sus amigos /e inicia su vida de relación /social”; aquí
tenemos las poesías: “Bolitas de Cristal”, “Mi trompo”, “Campana
de recreo” y “Escuela de títeres”, donde aparecen dos sensaciones
simultáneas: la importancia de aprender jugando y compartiendo, es decir, la
recreación, y la laboriosidad que augura el éxito.
¡La escuela
es teatro de títeres!;
su puerta grande,
el telón.
Adentro,
los enanitos
retozando
en el canchón.
En: “Escuela de títeres”.
En el tercer acto: “Yo
señorita…!”, Maldonado da a conocer la importancia de que este pequeño
pueda aprender los buenos valores y sea agradecido con sus maestros. Enfatiza
en las cualidades del niño: ese dinamismo para realizar las cosas, esa energía
que permite quemar cada una de las etapas de la vida, y esa curiosidad que es
innata a todo infante y lo vuelve un científico potencial; con una sola
finalidad: orientar y aconsejar. Esta parte, compuesta por tres poesías
tituladas: “Mis energías”, “Machacar es trabajar” y “Muchas
gracias”, permite plantear un proceso: el niño crece, estudia y luego
agradece.
“Digan nomás
lo que digan,
yo siempre
machacaré;
al fin verán
que quien siembra
tiene algo
que recoger”.
En: “Machacar es trabajar”.
La poesía propicia la
introspección, es decir, como una actividad creativa ofrece un espacio para la
meditación. En tal sentido, Carlos Maldonado, compone sus versos en función a
la calidad humana, y por tratarse de poesía con temática infantil, estructura
cada una de sus composiciones con frases subliminales y pueriles.
“A veces las acciones
no se fotografían
en el lienzo purísimo
de nuestra gratitud”.
En: “¡Muchas gracias!”
Cada expresión despierta al niño
que llevamos dentro, pues en sus versos encontramos la añoranza y los recuerdos
de la infancia. Este es el concepto ecuánime de la poesía de Carlos Maldonado.
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