Apolinario: una víctima de 1915
Por: Hélard Fuentes
Pastor
Aquella
tarde, Melchora Muñoz, no imaginó que perdería a su hijo. Menos aún, su padre,
Saturnino Rodríguez, que lo vio nacer un 21 de julio de 1896. ¡Hace 19 años! —debió exclamar. Ambos celebraron el nacimiento
de Apolinario y lo hicieron bautizar por el presbítero Emeterio Retamozo, al
día siguiente de nacido, en la parroquia de San Juan Bautista, junto a sus
padrinos Tomás Prieto y Rita Barriga. Desde entonces, Yanahuara y Cayma fueron
su primer y único hogar.
Los
años pasaron rápido y apenas asomó los dieciocho, en 1915, fue protagonista de
uno de los momentos más significativos de la historia del regionalismo
arequipeño. Repentinamente, el gobierno tomó la decisión de subir los
impuestos, afectando a muchos empleados públicos e incluso ciudadanos que
trabajan en calidad de gerentes. Aquello ocasionó el malestar de la población y
cerca de cinco mil vecinos arequipeños —según advierte el diario El Comercio
(1915)— salieron a protestar a las calles.
La
tarde se anticipó el día 30 de enero. Algunos diletantes tomaron la palabra en
la plaza principal. El ánimo de los manifestantes se encendió y enardecidos, se
dirigieron al local de la prefectura, donde se encontraba la primera autoridad
política-militar, José Maximiliano Rodríguez del Riego. En ese momento, la
multitud fue atendida por el prefecto, a quien le entregaron un pliego que, con
su intermediación, debía llegar a la capital. Aquí se solicitaba la
reconsideración del gobierno.
Inesperadamente,
cuando la población se movilizó a la esquina de Santa Marta, un contingente de
gendarmes —por órdenes del prefecto— impidió la pasada. La actitud de los
policías ocasionó que muchos pobladores lancen piedras, produciéndose un
altercado tremendo que acabó en balacera. Allí, entre la multitud, se
encontraba Apolinario Rodríguez, una de las diez víctimas mortales que
recibieron el impacto de las armas de fuego.
La
bala le impactó en el pecho a las cinco de la tarde —según declaración del sastre
Cipriano Torres (Partida de Defunción N° 37), quien con muchas imprecisiones
hizo registrar que tenía diecisiete años. Hoy sabemos que no es así. En
cualquier caso, era apenas un muchacho que empezó a conocer el carácter
revolucionario de Arequipa; empero, trascendió a la historia como mártir,
siendo testigos de su deceso los empleados públicos Emilio Muñoz Araníbar y
Manuel Carrera Portugal. Así se escribió un triste capítulo de la memoria de
nuestra ciudad.
EN DIARIO CORREO. AREQUIPA, 18 DE AGOSTO DEL 2022.
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