LOS JUEGOS DE ANTAÑO Y LA CREATIVIDAD AREQUIPEÑA


 LOS JUEGOS DE ANTAÑO Y LA CREATIVIDAD AREQUIPEÑA

Por: Hélard Fuentes Pastor

Una hermosa estampa de arequipeñidad son los juegos de la niñez.

Aquella ruidosa manifestación de alegría llegaba con las rondas y las escondidas.

Durante muchos años, los niños jugaron con el riu-riu, elaborado artesanalmente con las tapas corona de cerveza o bebidas gasificadas. A veces machucadas con un martillo, una chaquena o por impacto de las ruedas del tranvía.

¡Peligroso! ¡Así de tremendos eran!

Tomaban las tapitas y las colocaban en los rieles para dejarlas planas y confeccionar el antiguo juguete. Luego realizaban dos pequeñas perforaciones por las cuales introducían un pabilo y sujetándolo de los extremos, con la tapa metálica en el medio, comenzaban a darle vuelta para lograr su giro y contender con otros riu-rius.

Ganaba quien lograba cortar el cordel primero.

Del mismo modo, se fabricaron los ‘chinchines’ de los niños adoradores durante la Navidad. Un conjunto de chapas ensartadas con un alambre y cuyo sonido acompañaba el canto de los villancicos. 

Juego de bolas (Ref. Asociación de Arte de Arequipa Los Lonccos)
Junto a este juego, recuerdan ‘los friles’, semillas similares al frejol, con los que jugaban tincando, el antecedente directo de las bolas o canicas, con las cuales, después del colegio, los escolares se divertían. Cada una de ellas tenía un nombre. Aquí valen anotar los cambios y permanencias en los imaginarios sociales, por ejemplo, la expresión que alude a ‘las vaquitas’ en los friles y ‘las lecheras’ en las bolas. Por supuesto, es una inferencia personal.

La diferencia sustancial entre cada juego –aunque hubo diversas modalidades– radica en su organización o procedimiento. En este caso, la acción de tincar. Vale decir, que también hemos observado en nuestro tiempo a los niños no solo lanzando, sino tincando las bolas. He ahí la conexión. Lo cierto es que, en el juego más contemporáneo, los usos y costumbres eran similares a los ‘friles’. Había el ‘tirallo’, la ‘chilpita’, etcétera, y bautizaban de esa manera de acuerdo a sus características (las medianas eran ‘tirallos’, las grandes ‘bolocos’, las pequeñas ‘chilpitas’). Por un caso, con las bolas se jugaba a ‘la Troya’.

Por otra parte, no puedo dejar de mencionar que para el siglo XIX, el narrador Goyo Torres, en un cuento que reconstruye la vida cotidiana durante el conflicto con Chile, sostiene que los niños del campo jugaban a las guerritas empleando como proyectil los wayruros. Lo que refuerza una idea: los insumos más notables en la creatividad infantil fueron las semillas, igual que el picadillo de fruta que alegraba en los carnavales.

Niñez altiva, linda y fecunda.

Jugaban además con los trompos a ‘la Olla’ o a las cometas que, sobre todo, en el mes de agosto poblaban el cielo arequipeño. Aquellas, se confeccionaban con papel sedita, paja cortadera para el armazón y pabilo. Su elaboración no era sencilla, pues para asegurar su vuelo, debían cuadrar una medida perfecta, equidistante. Algunos las hicieron planear con sus zarcillos o cordoncillos en diferentes distritos de Arequipa. Hasta se organizaban competencias.

En el mes de noviembre los pequeños jugaban con las caretas de las guaguas. Cuentan que se realizaba un ‘cacho’ y luego se arrojaban. «Cara o sello». Si caían mirando hacia arriba las ganaban; de lo contrario, las perdían.

Entre otros juegos y juguetes, tenemos los soldaditos de plomo, el carrito de cojinetes, el salta borrego, el juego del aro, la rayuela, los yo-yos y tantos que pudiéramos mencionar con tremenda nostalgia.

No cabe duda, desde siempre la juventud arequipeña fue un motor de creatividad.

En: Revista ECO. Diario El Pueblo. Arequipa, 15 de agosto del 2021. 



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