EDUARDO UGARTE: LA VIDA CULTURAL EN AREQUIPA
Por: Hélard Fuentes Pastor
“En el campo se
sostenía Arequipa, pero en la ciudad es donde se construía”
Heredero de importante raigambre cultural en Arequipa, Eduardo Ugarte y Chocano, director del Museo de Arte Contemporáneo de Arequipa, es uno de los principales referentes del arte, la cultura y el periodismo en la localidad. Nació en Arequipa el 13 de marzo de 1944. Hijo del historiador Eduardo Ugarte y Ugarte y de la maestra Angélica Chocano Chirinos; a los ocho días de nacido su madre tuvo que viajar a Lampa pues la nombraron directora de una escuela normal “en aquella tierra linda que ensancha el corazón y los pulmones”. Después de un año retornaron a su tierra natal, viviendo en el distrito de Miraflores que guarda mucho significado en su trayectoria cultural por el ambiente en que creció. En aquella etapa de su vida tuvo como vecinos a notables personajes de Arequipa. Vivió en Goyeneche –donde era vecino del pintor Federico Molina– y en la quinta cuadra de la avenida Jorge Chávez, donde también vivía el pintor Víctor Martínez Málaga. En la avenida Progreso vivía la poeta Carmela Núñez Ureta. A la vuelta su hermano pintor, Alejandro. Cerca, en la calle Saenz Peña, el pintor Luis Palao. Y veía –por la tarde– subir al pintor cuzqueño Marcelo Uría.
¿Qué recuerdos guarda de su
niñez y de sus padres?
– En mi casa, más grande que la
sala, era la biblioteca. A tal punto que cuando han nacido mis últimos
hermanos, nacieron en la biblioteca porque era más cómodo y más grande. Tenía
una mesa de modiston call center que mi padre la utilizaba para poner sus
pinturas, pintar, sentar a mi hermana Antonieta, pero también había cosas como
ésta: en esas tardes de lluvia en que mi padre ya no podía pintar porque se iba
el sol, mi madre cruzaba el patio con una fuente de choclos hervidos y queso, y
tocaba el violín. Crecer entre libros, música y pintura, necesariamente, en
forma natural, me acercó a eso. Era la conversación diaria, además.
¿De qué manera influyó este
escenario en su vida?
– Era un mundo en que la
conversación de barrio y la vida de barrio, estaba rodeada de lo que yo llamo
“esta clase emergente” que un poco se alejaba de la clase obrera y era la clase
que surge en este nuevo barrio, la urbanización Jorge Chávez. Ese fenómeno se
repite en la década de los noventa en Buenos Aires (Caima), donde comienza a
aparecer el mayor grupo de artistas y, generalmente, acuarelistas que ha tenido
Arequipa. Ya no es mi familia, ya no es el barrio, es un fenómeno social de
crecimiento de Arequipa. Me debo, no solo a la plaga de los Ugarte, porque de
paso mi tío Joaquín era pintor, el hermano de mi padre era escultor, el hermano
de mi madre, Eduardo, que fue director del colegio Deán Valdivia, también
pintaba. Entonces era una cosa tan natural que cuando entro al colegio a los
ochos años, al colegio San Francisco a segundo de primaria y el profesor está
dibujando un burro, yo como ingenuo niño serrano le dijo: “¡Profesor!, ese
burro está mal hecho”. Y el burro del profesor me dice: “A ver ven, ¡Hazlo tú!”.
Y nunca olvido cuando me paré ese ratito, hice el burro como había aprendido
por mi casa con Federico Molina y con todo el mundo a dibujar bien. Me ponía
cero cinco y la nota “el alumno debe hacer sus dibujos”. Ahora, me aplaudieron
los alumnos cuando hice el burro y desde entonces riñó el profesor, a tal punto
que me castigaba por llegar tarde, pero a mí me traía el ómnibus del colegio.
Un ómnibus celeste que fue el primer ómnibus escolar que hubo en Arequipa.
Entonces, Eduardo Ugarte es resultado del entorno sociocultural de la
Arequipa donde creció y los intereses de su familia. Auténtico conocedor de las
tradiciones locales y la trayectoria cultural de los artistas, corresponde a
una época en que los arequipeños se encontraban vinculados por sus tradiciones y
el diálogo cultural trascendía a los pares para lograr una participación
intergeneracional.
¿Qué relaciones encuentra entre
la pintura y otras formas de expresión en Arequipa?
– Arequipa, a partir de 1870 está
imbuida de dos aspectos. Una la reconstrucción de la ciudad por el terremoto de
1868, y dos, la inauguración del ferrocarril; es decir, el orgullo de
sobrevivir a otro terremoto, reconstruir la ciudad y ser la ciudad mediterránea
que comunica a la sierra con la costa y Europa. Comienzan a establecerse los
grandes comercios, se dan las grandes importaciones, hay nuevas tecnologías en
la construcción y restauración de las casas como son los rieles, entonces nos
convertimos en la ciudad moderna y dentro de esa modernidad y contemporaneidad,
viene la fotografía. Y no olvidemos que están los dos grandes maestros Emilio
Díaz y Max T. Vargas, y este segundo hace su escuela de donde saldrán Martín
Chambi, los hermanos Carlos y Miguel Vargas, pero ellos y otros fotógrafos como
Manuel Mansilla, y, Masías, fotografían y también pintan. Manuel Mansilla era
un gran acuarelista y, como sabemos, Masías, era un gran pintor al óleo, de una
pincelada gruesa, muy intenso de una paleta rica, y que también es quien
descubre las picanterías de Miraflores de 1910, recordemos que es maestro de
Teodoro Núñez Ureta, quien nace en 1912. También había una sala de exposición
en el estudio de Manuel Mansilla. Entonces, estaba relacionada la fotografía
con la pintura. ¿Por qué? Porque las fotografías iluminaban, las fotografías se
pintaban, no solo había las oleografías y las oleo fotografías, sino, yo he
conocido, había unas planchitas que se cortaba por rectángulos y eso se
utilizaba como la pintura, la tinta, para colorear las fotografías. La relación
era muy cercana y termina siendo lo que desarrolla tanto el gran expresionista
Zevallos León como el realista López Galván cuando comienzan a hacer “los
monos”, o sea, a colorear las fotografías, iban a las casas, pedían las
fotografías de los familiares, las coloreaban y se ponían en un marco muy
extraño.
Consideramos que es necesario
comprender la historia de una ciudad a través de la memoria de sus
protagonistas. Observamos que en Arequipa este pasado costumbrista está
relacionado con la cultura, la modernidad, el arte. ¿Cómo cree que aparece esa
identidad?
– Hay ciertos motivos de orgullo.
Se conoce el texto, que después termina en Lima, de Ventura Travada, donde se
encuentran los fundamentos de una Arequipa que hace que el arequipeño que llega
al año cuarenta, ya desde 1900, comience a hablar de que es diferente y, más
aún, el arrieraje está en su mejor momento, y de ahí, permítame que lo diga por
primera vez, de ahí viene el nombre de “characato” a los arequipeños, porque
los arrieros principales eran los arrieros de Characato. Esa idea se
generalizaba (…) Con la migración [a mediados del siglo XX] Arequipa comenzó a poblarse regular, por un
lado, e irregularmente, por otro; entonces se siente que esa Arequipa campesina
va a perderse, que va a servir para que tengan un sostén de identidad algunos
arequipeños después; quienes en su propia búsqueda de identidad terminan
confundiendo que esa es la identidad de todo arequipeño, la que sostiene el
loncco en el campo. Si bien todos tenemos pedazos de loncco en nuestras
familias, el hacer esto es un fundamentalismo cultural como lo llama Alejandro
Grimson. La búsqueda de su propia identidad comienzan a extenderla en hacer
creer que esa es la identidad arequipeña, pero recuerde que la construcción de Arequipa
no ha sido en el campo; en el campo se sostenía Arequipa, pero en la ciudad es
donde se construía (…).
En gran medida, los grupos
artísticos y culturales contribuyeron a estructurar la identidad
arequipeña. Actualmente, muchos de
ellos, integrados por estudiantes universitarios se encargan de sostener la
vida cultural de la ciudad. ¿Cómo eran estos escenarios y cuáles fueron sus principales
medios de expresión y difusión?
– Volviendo a los estudios
fotográficos donde se exponía; había también, que viene del siglo XIX, el
Centro Artístico que incluso realizaba concursos, en general, de arte. Y los
últimos que se hicieron en el cuarenta y uno de los premios los entregó el
Presidente, y en escultura, gana el tallador Calle, que tenía su taller en Mercaderes
e hizo la reproducción del diablo de La Catedral por encargo de La Recoleta,
que no le cumplieron y lo mantuvo en su casa. Además de ese grupo, se forma
otro que es el grupo Amanecer, fundado en 1945, promovido por los apristas
Manuel Morales Guzmán, López Galván y otros, y aprovechando que Prialé está en
el gobierno deciden la creación de la escuela de Bellas Artes. Después, en los
sesenta comienzan a formarse otros grupos estrictamente académicos, aparece el
grupo Vinatea Reinoso donde está Mauro Castillo, Percy Hurtado y Saúl Quispe.
También comienzan a dictar clases de verano en San Agustín y comienzan a
teorizar sobre el arte, buscar espacios y galerías. El siguiente grupo es el
Taller Diez donde entran Goyo Menaut, Guillermo Barreda, Zevallos León, Willy
Nava, tantos otros. Y, también aparecen nuevas galerías, Galería 300 donde era
la tienda de los Maldonado (Mercaderes con Piérola) y la galería del Banco
Popular, que ahora es un centro comercial; fundamentalmente esas dos. Y no hay
otro movimiento artístico hasta que a los Michell se les ocurre hacer el
Concurso Nacional de Pintura, porque el concurso que se desarrolló en los
sesentas, que era el Municipal, tuvo muchos problemas (…).
Finalmente, como director de la
Revista Cultural La Ciudad, columnista de diferentes medios y curador de
exposiciones artísticas. ¿Cuál es el mensaje que puede ofrecer a nuestros
ciudadanos para mantener el espíritu artístico de la ciudad?
–Yo no necesito ser un aficionado
de la cultura o cultor de un arte para reconocerlo, para aceptar que me está
rodeando. Yo puedo ser una de esas personas que me interesan otras cosas con el
mismo valor del que me interesan el arte y la cultura, pero como ser humano y
como ser social, yo me debo a que si en mi casa veo que mi hijo o nieto se
inclina por el arte debo estimularlo así no me corresponda, yo no tengo porque
proyectarme en el otro por más que sea padre o abuelo, yo debo dejar que sea
quien deba ser, porque si el arte tiene un sinónimo es la palabra “libertad”
(…).
En: Semanario Énfasis. Arequipa, del 11 al 31 de diciembre del 2017.
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