RAÚL BROZOVICH, EN CUSCO NACE Y MUERE UNA FIERA INDOMABLE (SEMANARIO LA CENTRAL, I PARTE DEL 23 AL 29 DE MARZO Y II PARTE DEL 30 DE MARZO AL 3 DE ABRIL)
RAÚL BROZOVICH: EN CUSCO NACE Y MUERE UNA FIERA INDOMABLE
Por: Hélard Fuentes Pastor
Su primer nombre es Leoncio. Leoncio
Raúl Brozovich Mendoza. Un poeta de raíces peruanas y yugoslavas que no
necesita presentación porque quién no ha escuchado hablar en los últimos años del
insigne personaje de la Ciudad Imperial. Resulta que su padre llegó al Perú en
los años veinte del siglo pasado. Según un árbol genealógico esbozado por Mauricio
Alvarado-Dávila se llamó Juan (n. 1887); no obstante, un registro croata indica
que fue Jorge, y que establecido en Lima se dedicó al comercio, ingresando como
miembro de la Sociedad Slava en 1928.
Sin embargo, bajo la propia versión
del escritor cusqueño, su padre fue un ingeniero constructor que en los tiempos
de Leguía trabajó en el tendido de rieles de Cusco a Santa Teresa, lo que
desestima la información consignada en aquel padrón de extranjeros. ¿Qué pudo
ocurrir? Según cuenta la conductora de televisión, Ana Cecilia Brozovich Neyra,
talentosísima hija de Raúl, su abuelo no llegó solo, sino junto a dos hermanos,
llevándonos a pensar que hubo una confusión en el registro croata donde aparece
Jorge como el padre de Raúl. Entonces, puede que los hermanos con los que
arribó se hayan quedado en Lima un tiempo y luego hayan migrado a otros lares
mientras Juan se trasladó a Cusco, ocasionando que sus vinculaciones con ellos
fueran limitadas hasta su fallecimiento.
Durante su jornada de trabajo, debió
conocer a la cusqueña Celestina Mendoza (n. 1904) y con quien se casó un 31 de
octubre de 1927, dos años antes de que tuviera a Raúl. En aquel tiempo, su
padre tenía un fundo en Cusipata (Quispicanchi, Cusco), por lo que la familia
debió asentarse allí. Muchos han afirmado que aquel matrimonio tuvo un solo
hijo; empero, el mismo poeta señala haber tenido un hermano con quien quedó
huérfano cuando su padre sufrió el accidente que le costó la vida.
Brozovich cuenta que tenía un tío
odontólogo radicado en La Paz (Bolivia), asumimos que por línea materna; y los
hermanos de su padre estaban en Cochabamba (Bolivia) y El Rosario (Argentina).
Por ese motivo, su vida transcurrió entre aquellas ciudades. Aquí vale pensar
que tanto la vida literaria como personal del poeta fue misteriosa y anónima, a
esto se debe que sea desconocido para la crítica literaria y los diccionarios
biográficos.
Otro aspecto interesantísimo,
tomando como referencia a nuestro amigo cusqueño Pavel Ugarte Céspedes, es que
Brozovich en realidad nació un 12 de septiembre de 1929, pero su partida fue
registrada el día 14 por la devoción que profesaba Celestina al Señor de Huanca;
revelando a una familia de raigambre católico y tradicionalismo cusqueño con
que se formó tras la muerte de su padre en casa de su abuelo materno, Mariano
Mendoza (n. 1882-m. 1946 aprox.).
Se cuenta que a los ocho años leyó a
grandes poetas de la literatura, en una suerte de sábados culturales llenos de
juegos y música que su abuelo celebraba en casa con unos amigos. Todos sus
estudios los realizó en Cusco, los básicos en el Colegio Nacional de Ciencias y
Artes y los superiores en Derecho de la Universidad San Antonio de Abad, según
comenta Rubén Pilares, se rehusó a optar el título de abogado y abandonó la
carrera. No cabe duda, que tanto en la adolescencia como la juventud alternó
entre la literatura y la pintura, dos tremendas cualidades que orientaron su
vida.
Consideramos que, para comprender la
dimensión de este personaje, debemos abordarlo como artista-creador, donde
tenemos al autor de los poemarios: Poema
(1969), Memoria poética (1994) y Los versos del gran capitán (2003) y una
serie de pinturas. Mario Pantoja afirma que su primera publicación fue Del cielo bajó un extraño resplandor
(1964). Después, aparece el activista social que, reporta Ugarte Céspedes (Revista
Willka Nina N° 1, abril del 2015), recorrió Puno, Arequipa, Moquegua, Tacna, y
en su imparable recorrido, en suelo boliviano, participó de la Revolución
Agraria de 1952. Mentadas experiencias próximas a la política y el sindicalismo
determinaron al candidato que –según algunos– se postuló para diputado por el Partido
Comunista.
También resulta meritorio que dentro
de la primera dimensión no solo se tome en cuenta su producción literaria y
pictórica, sino su gestión cultural, pues cuando estuvo en La Paz, citamos una
vez más a Ugarte, «fue parte del Grupo Literario Horda para posteriormente,
integrarse al grupo Gesta Bárbara». Debió regresar al Cusco a fines de los años
50 o inicios de los 60, pues el narrador Enrique Rozas Paravicino cuenta que,
cuando Mario Vargas Llosa –que acababa de publicar su novela La Casa Verde
(1966)– acompañado de Luis Nieto Miranda y otros amigos en la chichería La
Chola, fue sorprendido por Brozovich, quién –sosteniendo la cabeza sangrante de
un carnero– mandó un discurso de cómo debía escribirse una novela y el rol del
escritor en la sociedad peruana (En: Documental El duro oficio de vivir. Fabricando
una palabra).
Fue a su retorno que fundó el grupo
Rumiñawi y participó en la revista poética Muralla, cuyo primer número se publicó en octubre de 1960, dónde debió
alternar con Luis Yáñez, Mercedes Bueno, José Armando Tamayo, entre otros. Igualmente,
trabajó en la biblioteca principal de su Alma Mater desde 1975 y se infiere del
testimonio del escritor Niel A. Palomino que se jubiló en los años 90. En esta
etapa de su vida, también debió conocer a la maestra ayacuchana Diana Neyra,
con quien tuvo a su hija Ana Cecilia (n. Lima, 18/01/1976), quien manifiesta en
una entrevista que pasó su niñez en una suerte de matriarcado junto a su abuela
materna, es decir, distante de su padre.
Raúl era un hombre parco –como
manifiesta Niel– bohemio, ocurrente y lleno de ideas. Probablemente, su propio
carácter, la forma de entender y llevar la vida, lo condujeron a la soledad,
pues murió en completo abandono, sin mujer ni hijos que lloren a los pies de su
tumba, a pesar de haberse casado con María Antonieta Duque García (n. 13/06/1959),
tal y como manifiesta el bosquejo genealógico de Mauricio Alvarado-Dávila. Al
parecer, con ella, tuvo un hijo, nacido el 5 de agosto de 1987 y declarado
como: Juan Antonio. Su primer nombre coincide con el del abuelo. Después, un
velo de misterio encubre al poeta, sobre todo, hombre seductor, dejando en la
boca de los suyos múltiples conjeturas respecto a otras responsabilidades
paternales.
Cuando falleció el 5 de abril del
2006, paradójicamente resurgió en los rescoldos de la memoria literaria del
Cusco, y gracias al esfuerzo de poetas y promotores culturales, se posicionó de
forma expectante en todas las regiones. Publicaron un libro que reunía su obra
poética, bajo el título: Raúl Brozovich.
El duro oficio de vivir (2006), y se organizó una muestra artística
itinerante de doce acuarelas de su autoría que se exhibieron en Puno, Arequipa
y Lima (2015).
El año pasado, la Sociedad Pública
de Beneficencia del Cusco –después de una polémica exhumación por vencimiento–
entregó un nicho a perpetuidad para que descansen sus restos. La noticia nos
alegró tremendamente, pues antes de aquellas gestiones, en el marco de Enero en
la Palabra 2019 que leí su poesía –pienso racional y corpórea– tuve el placer
de participar en una romería; el nicho de Brozovich, un grande de la literatura
peruana que Leonel Guzmán Calderón llamó: «el poeta genial del siglo XX del
Cusco», se hallaba en completo abandono. Felizmente, hoy podemos seguir
homenajeando al poeta con la lectura de sus versos al pie del nicho A-6 en el
cementerio de la Almudena.
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