EL DILEMA DE LA CIUDAD BLANCA (DIARIO CORREO, 18-03-2018)


EL DILEMA DE LA CIUDAD BLANCA

Por: Hélard Fuentes Pastor

Algunos investigadores hablan del censo realizado por el virrey Francisco Gil de Taboada y Lemos a fines del siglo XVIII, que ofreció cifras reveladoras para el significado de nuestra ciudad: de una población de 37 241 habitantes, 22 207 eran españoles, el resto se descomponía en indios, mestizos, castas libres y esclavos negros. Esto supuso llamarla como la «ciudad de los blancos», pese a que el sillar como material edificante de Arequipa nos remite a los años fundacionales del siglo XVI.

Entonces, el verdadero dilema de la Ciudad Blanca –la piel o la piedra– comenzó a discutirse en los anales del siglo XX y, finalmente, estuvo manifiesto en la obra de la historiadora norteamericana Sara Chambers, cuando afirma que: «Arequipa es llamada la Ciudad Blanca tanto por su población hispana como por su estilo arquitectónico» (2003). Ciertos personajes, entendidos en la Historia, observaron las paredes de sillar percatándose de que algunas no eran blancas sino de tonos grisáceos o multicolor (rojo almagre, azul añil, ocres); y se olvidaron que cuando los habitantes descendían de Yanahuara y Cayma, observaban un manto blanco que se generaba por los techos planos y abovedados cuya superficie no estaba pintada con tonos pastel, incluso se sostiene que el frontispicio era pintarrajeado con una lechada de cal.

Mientras la ciudad era descascarada y transformada en caravista durante el gobierno municipal de René Forga Sanmarti (1979-1980), la teoría que habla de la población tomó fuerza en los estudios, pasando por alto de que el material proveniente de las canteras ganaba la admiración de los visitantes desde la época colonial; tanto en ruinas como en la reconstrucción de la ciudad por los terremotos, el sillar fue uno de los elementos que contribuyó a la formación de la arequipeñidad. Además, condujo a otro conflicto: se confundió o nunca se aclaró que la teoría de la población, no se refería al color de piel de los españoles sino al fenotipo europeo, es decir, a su procedencia española al margen de la tez clara u oscura; pues vale recordar que los primeros habitantes hispanos en mayor número eran andaluces, luego seguían extremeños y, en menor número, castellanos; los dos primeros tenían la piel morena, lo que nos lleva a desmitificar la condición racial en la «ciudad de blancos».

Desde el punto de vista cronológico puede que ambos argumentos justifiquen el origen de dicha denominación pues responden a un mismo punto de partida: presencia de españoles y empleo del sillar. No obstante, también cabe observar la permanencia de aquellos indicadores, siendo constante en los procesos históricos de Arequipa: el sillar, pues las dinámicas poblacionales son variables en el tiempo. También es cierto que el empleo de «Ciudad Blanca» corresponde a la construcción identitaria del periodo republicano y guarda un profundo sentido social que resiste a las transformaciones culturales de mediados del siglo XX con el proceso migratorio. Entonces, el sillar fue el principal recurso para la pervivencia de la arequipeñidad.


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