VÍCTOR DÁVALOS: UN
HOMBRE Y SU GUITARRA
“Soy un obrero de la música peruana”
Por: Hélard André Fuentes Pastor
Historiador
A mediados del siglo XX, la voz de dos hermanos comenzó a ganar los
aplausos de la concurrencia. Sus interpretaciones en la radio y el teatro
auguraban los mayores éxitos. Escuchando la ovación del público dos artistas se
alegraban. Ambos arequipeños, han logrado los mayores laureles para una ciudad
embellecida por su campiña. Todo Arequipa vibra. Los “Hermanos Dávalos” han
tenido buena acogida y encuentran en la música a un entrañable amigo. La voz de
José y Víctor trasciende las fronteras alcanzando a escarapelar el cuerpo de
muchas generaciones que siguen con entusiasmo el ritmo y las melodías de su
música.
Vuelven
los aplausos, y tras la marcha incesante del tiempo, los recuerdos aún siguen
latentes.
Víctor Dávalos Salazar es heredero de una tradición que descubrió en la
música su máxima expresión. A sus noventa años –lúcido y entusiasta– nos recibe
en su casa para contarnos sus anécdotas y recordar la importancia de cultivar
los principales valores de nuestra identidad.
El destacado músico e intérprete arequipeño, nacido el 22 de septiembre
de 1927, con aquella sencillez que lo caracteriza, confiesa ser un obrero de la
música peruana. En compañía de sus hijas, María Antonieta y Leslie Dávalos
–cuyas voces continúan proyectando esta historia musical–, don Víctor nos
cuenta que cuando era pequeño (tendría cuatro o cinco años), le gustaba jugar
en las acequias.
– Era muy travieso, caía al agua y a cada rato me sacaban de los
cabellos.
Recuerda a su madre, Albina Salazar Riveros, atendiendo con cariño en
su local de comidas donde se cantaba música arequipeña, y, a su padre, Víctor
Dávalos Pacheco, como una persona muy especial.
– Él, era muy querido por su forma de ser. Lo querían porque mi padre
era un hombre muy sencillo pero tenía carácter. Alto, usaba sombrero y tenía
muchos amigos: Goyo Zeballos, Elisban Oporto, los hermanos Linares, entre
otros. Y, generalmente, se iban a jaranear a Characato. En ese entonces,
Arequipa era una ciudad pequeña y la gente se conocía.
Cuando sus padres se separaron, Víctor se quedó con su mamá y su
hermano José con su papá. No obstante, el destino de los hermanos era volver a
juntarse para convertirse en el dúo más importante de la música mistiana.
Inmediatamente, mientras contemplamos los numerosos reconocimientos que ha
recibido por su destreza musical, nos preguntamos ¿cómo surge el artista?
– Mi padre no sabía que yo cantaba. Una vez, Elisban le dijo a mi papá:
“¡Te cuento una cosa, Víctor!, mis hijos lo llevaron a tu hijo a la casa, y lo
escuché cantar”. ¡Tiene una voz incomparable!
Al principio, su papá se mostró incrédulo. Entonces, el señor Oporto
decidió demostrar el talento de Víctor. Una tarde llevó al niño a un local que
quedaba cerca de Tiabaya, sin que sepa su mamá. Ahí cantó frente a su padre que
conmovido por su actuación –apenas tenía doce años–, se le desprendieron las
lágrimas de felicidad.
– ¡Sabe una cosa! –afirma don Víctor– ¡Me dieron una de soles!… Esos
recuerdos son inolvidables.
Fue la primera vez que se presentó en un escenario y sorprendió a
quienes estaban en el establecimiento. Cuando José cumplió 15 años de edad pasó
a vivir con su mamá. Aquí los hermanos se reencontraron y comenzaron a cantar.
– José tocaba la mandolina y yo la guitarra; y nos íbamos a radio Landa…
La guitarra ha sido el instrumento musical que lo acompañó durante toda
su trayectoria profesional. Víctor Dávalos aprendió a tocar la guitarra
observando cómo lo hacía un señor que iba a comer al local de su madre.
– Yo pienso, hijo, que las cosas son de Dios. Ese don es lo que Dios le
dio a mi padre y, naturalmente, es genético. José también cantaba lindísimo, mi
hermano tenía una voz preciosa, ganó un concurso en el año 1938 en radio
Arequipa donde cantó el vals “El Capulí”… Cantábamos porque nos gustaba, al
margen si lo hacíamos bien o mal, nos apasionaba.
Se dice que detrás de un gran hombre, hay una gran mujer. La historia
de vida de don Víctor lo demuestra. Pronto conoció a la destacada cantante
Antonieta Bejarano, cuando los hermanos Dávalos junto a otros conjuntos actuaban
en el Teatro Real. Entonces, Antonieta tendría trece años y era una chiquilla
inquieta, cuyo desplazamiento constante impedía que José afine su guitarra,
ocasionando su enfado.
– Mi hermano decía: “esta mocosa no me deja afinar la guitarra”, y
cuando vuelve a salir la muchacha, bromeando, le sacó la lengua… “Me ha sacado
la lengua”, gritó José.
Después de aquella ocasión no la volvió a ver. Así pasaron dos años y
Víctor la escuchó cantar en la radio a dúo. Sin saber que se trataba de ella,
le dijo a su hermano mayor, por parte de su mamá: “¡Juan, que bonito cantan!”.
Al tiempo, cuando los hermanos Dávalos gozaban de popularidad en radio
Continental, y, Antonieta y su tía, Judith Bejarano, cantaban en radio Landa, por
intermedio del “Chato” Málaga, le ofrecieron a don Víctor acompañar aquel dúo
tocando la guitarra los domingos. Aceptó, y al presentarse, se encontró con una
señorita delgada y de finos rasgos.
– Me acuerdo mucho de ella. Una chica muy especial. Tenía una voz muy
original. Cuando nos presentaron solo me dijo: ¡Hola! Así comencé a
acompañarla. Pasó el tiempo y su padre quiso conocerme. Él, mi futuro suegro,
se sintió contento de que los visitara y así comenzó la historia… ¡Fui su
primer enamorado y el único!
Víctor Dávalos Salazar radicó treintaiún años en Estados Unidos donde,
junto a su hermano, dieron a conocer su talento artístico en numerosos
escenarios, incluso recorrieron colegios y universidades. Aquí alcanzaron un reconocimiento
cuya traducción al español refiere al “Día de los Hermanos Dávalos”, distinción
que merecieron los cantantes Celia Cruz y José Feliciano. Al regresar a su
tierra natal participó en algunas presentaciones por invitación del doctor Juan
Manuel Guillén Benavides.
Hay muchísimos momentos que compartir. Recuerdos donde su familia ocupa
un lugar preferente; y reconoce en sus hijas –a quienes adora– la importancia
de mantener la tradición musical de la familia. Al respecto manifestó lo
siguiente:
– Me gusta que ellas, tanto Leslie como María Antonieta, sigan la línea
de su padre. Eso a mí me halaga. Yo espero que continúen representando a esta
tierra a la que debo mucho, por los reconocimientos que me ha hecho Arequipa,
el cariño que me brinda esta tierra, me llena de felicidad.
Don Víctor Dávalos trae a la memoria a muchos amigos que ha conocido a
lo largo de su vida como Salvador Lindley que lo acompañó como a un hermano
cuando se sentía mal de salud. Asimismo, a Jesús Vásquez con quien hizo un
compacto, a “Las Limeñitas”, Alicia Lizárraga, entre otros artistas que
hicieron la música peruana.
Finalizando nuestra entrevista, el artista arequipeño que está celebrando
su nonagésimo cumpleaños, nos ofreció el siguiente mensaje para la juventud:
– Me gustaría que los jóvenes
también se dediquen a rescatar lo nuestro, que aprendan a querer a su patria, a
su país, a respetar, y que sigan los buenos ejemplos. Por intermedio del
diario, agradezco a Arequipa, mi tierra querida.
¡Feliz cumpleaños don Víctor!
En: Diario El Pueblo. Arequipa, 23 de septiembre de 2017. P. 8.
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