BRUNO RODRÍGUEZ Y LA
CACERÍA EN AREQUIPA
Por: Hélard André Fuentes Pastor
La cacería es una las
prácticas más ancestrales y a su vez cuestionadas por la sociedad, en este
artículo comprenderemos cuál es el verdadero significado de cazar para nuestro
país.
Hace más de medio siglo, el filósofo y ensayista español definió a la
caza como “todo lo que se hace antes y
después de la muerte del animal”. Se trata de una actividad que ha estado
presente en la historia universal desde la existencia humana hasta nuestros
días; basta recordar la caza de subsistencia que los grupos primigenios
realizaban para poder subsistir. Entonces, la caza ha estado presente en los
primeros modos de producción del hombre, pasando por pasajes bíblicos hasta los
procedimientos de instrucción militar, que refiere Platón cuando señala que la
cacería o “ejercicio divino”, contribuía en la formación de los soldados. En
esta oportunidad buscaremos otras formas de entender dicha actividad.
Bruno Rodríguez Gonzáles, es un arequipeño que desde muy pequeño sintió
afición por la caza. Su padre, Berly Rodríguez Zavala, y su abuelo,
compartieron esta pasión, por lo que no era de extrañarse que alguien en la
familia conserve la tradición. Nos comenta que su papá con amigos
contemporáneos a él, tomaban un tren en dirección a Puno, se quedaban en
Quiscos y desde allí regresaban cazando aves. También, en grupo, iban a la zona
de Aguada Blanca para cazar perdices y venados. No cabe duda que sus antepasados
se dedicaron a este oficio: -Mi bisabuelo
es francés y, en Francia, ellos cazaban, por los relatos de mi padre, sé que
ellos lo hacían, aunque de forma tradicional.
A los 9 años comenzó esta aventura. Bruno aprendió algunas técnicas de
caza en compañía de su padre y de su abuelo que fueron sus principales mentores:
-Mi padre y mi abuelo son arequipeños,
ellos cazaban en Arequipa, donde antiguamente las familias tenían una escopeta
en casa, una escopeta de avancarga, y tú caminabas en las chacras, podías ir
cazando y no tenías problemas porque la gente siempre te miraba bien y no había
un tema de celo, tampoco de inseguridad, antiguamente Arequipa solo era el
centro y los alrededores campiña. Entonces, se dedicaban a cazar conejos
silvestres, cuyes, chocas y “tancas”, de donde viene la famosa ocopa arequipeña
hecha de tanquitas, un plato tradicional de nuestra ciudad. El entrevistado nos
aclara que “una tanca, es un pajarito, un
gorrión que antes, en las riberas del río Chili los encontrabas en los sauces. Mi
abuelo se iba a caminar con mi hermano mayor y ellos traían 30 o 40 tanquitas,
las pelaban y las ponían a secar en el colgador, las dejaban 3 o 4 días hasta
que estaban totalmente secas y las mandaban al batán, donde las molían,
agregaban los ingredientes y hacían la ocopa”. De igual forma, recuerda que
frente al Hospital de la Policía había chacras donde cazaba con su padre a los cuyes
salvajes.
La cacería estuvo presente en algunos círculos sociales de nuestra
ciudad. No obstante, las siguientes generaciones por sus propias agendas
globalizadas dejaron de practicar este deporte, salvo en el caso de la familia
Rodríguez, donde Bruno continuó con la apasionante actividad. Él, manifiesta
que a los 15 años se dedicó únicamente a sus estudios, postergando el ejercicio
de la caza hasta los 23, en que retomó la vieja práctica pero bajo otra visión.
En esta segunda etapa conoció una cacería diferente, la cual propendía al
cuidado de la fauna, de las especies y al respeto por los animales y su
ecosistema.
Vale mencionar que existe una cacería legal y otra ilegal. Rodríguez
Gonzáles afirma que todas las personas que se dedican a la caza están
supervisadas por el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR),
quienes exigen un curso de cacería y seguridad de 12 horas, que se comenzará a
dictar la próxima semana en Arequipa. Dicha institución se encarga de emitir
una licencia de caza, cobra por la cacería y a su vez ofrece un calendario que
permite proteger a las especies evitando su extinción: -Yo pienso que esos son sistemas de Estados Unidos, Canadá, España,
Argentina. Te comento que en Estados Unidos, en el año 1900, más o menos, se
hizo una población de 100 mil colas blancas, un tipo de venado, y te hablo de esa época en que los cazadores
americanos no llegaban a la cantidad que son ahora, y la población de cola blanca
ha aumentado a 4 millones. Entonces, uno se pregunta ¿Por qué de 100 mil, ahora
hay 4 millones y hay más cazadores? Porque allá, el tema de la caza se respeta
tanto que tienes temporada de veda, temporada de caza, cazan a los machos grandes,
no tienen que cazar a las hembras porque sabemos que son prácticamente la
fábrica de los animales, deben tener una medida los cuernos, en fin, y el
dinero que llegan a recaudar por permitir la caza sirve para cuidar a los
animales, el medio en que se desenvuelven... Entonces, hay cacería, hay
cazadores, se respeta y se paga.
Pese a que dicha institución procura el equilibrio ecológico en nuestro
país, existen cazadores que no respetan las normas y terminan produciendo un
gravísimo daño a la naturaleza: -Lo malo es
que aquí no se cuida nada –señala
Bruno– acá los que se dicen ser
cazadores, cazan hembras, cazan chiquitos, sin respeto y la población de animales va disminuyendo,
por eso es que tenemos problemas con la gente que cuida los animales, la Asociación
Protectora de Animales, porque piensan que el cazador es un asesino de animales
y no es así. En tal sentido, la cacería no debe ser considerada como un
asesinato o maltrato indiscriminado de animales.
Nuestro entrevistado –que ha cazado en diferentes regiones del país– nos
explicó ¿qué es cazar?, con un ejemplo: –Tú
tienes una vaca, nace en el cerro, vive en una hectárea, come el poco pasto que
le pueden entregar, si tú vas a una chacra y miras que hay ojos de alfalfa
donde el animal puede comer y no pasa porque hay un cerco; hasta que la llevan
a matar, la transportan, llega al camal. Ahí están botados cuatro o cinco días
hasta engordar. De ahí el animal, el impacto que debe llevar es escalofriante,
hay un charco de sangre, lo hacen sufrir. Igual pasa con los pollos, y no
tienen ningún respeto de lo que es un animalito. Ese tipo de carne es el que
nosotros consumimos. Sabes lo que es un cazador… llegas al cerro, buscas al
animal, en este caso es un ciervo, tiene que ser un ciervo maduro, que ha
vivido libre toda su vida, que ha tenido libertad para comer, para procrear,
para compartir con otros animales, está en el campo, y de pronto, recibe un
impacto donde el animal ya está muerto. Entonces yo te pongo la diferencia de
dos casos, ¿quién tiene mayor respeto por la vida? Nosotros no somos asesinos,
no somos las personas que no respetamos la fauna, por el contrario, si es que
el animal todavía no está en edad, más bien se le cuida, lo salvamos, eso es lo
que se tiene que hacer. Yo creo que la cacería la debemos considerar como un
estilo de vida.
La cacería también nos brinda otras posibilidades para el equilibro del
ecosistema. Bruno Rodríguez –que
también ha cazado en las lagunas de Pucchun en Camaná– nos confió una de sus anécdotas: –SERFOR, hace tiempo era INRENA, emitieron un comunicado porque en Andagua
hubo ataques de un puma a los pobladores que viven prácticamente en estancias,
una estancia es una casa de barro con un
corral de llamas y que no encuentras a otros dos o más kilómetros a la redonda.
El puma es un animal que vive en la sierra del Perú, y ese animalito estaba con
rabia y comenzaba a matar a las llamas, incluso mató a una persona, hasta que
INRENA tuvo que tomar cartas en el asunto, ¿qué hacemos? le ponemos una vacuna
al puma, sería tonto y difícil; lo que se tiene que hacer es eliminar a ese
animal porque perjudica a la zona, y de esos casos hay varios.
También nos contó lo que sucede con los guanacos en la zona de Chapi,
espacios áridos donde hay pozos artificiales con bases de jebe y partes de
plástico (hechos por Cerro Verde) donde el agua no tiene circulación; dicha
especie llega a beber el agua, ahí mismo defeca, y como resultado se contagian
de enfermedades como la cisticercosis, igual de peligrosa que la triquina.
Bruno, explica que existe dos tipos de cacería: la pluma y el pelo. La
pluma que agrupa a todas las aves, y el pelo, a sajinos, jabalís, conejos,
vizcachas, etcétera. Agrega que implica una destreza porque hay que conocer
pesos, distancias, saber disparar, utilizar aparatos como binoculares, entrenar
perros y muchos otros aspectos. Además, un cazador tiene que ser ético, “tenemos normas de seguridad, se hace un
curso en la IHEA (International Hunter Education Association), que seguí como
alumno y, luego, como instructor; tenemos la ASOCIPE (Asociación Cinegética del
Perú), cuyo presidente es mi amigo Lucho Castillo, donde conocen mucho de fauna
y técnicas de cacería. Ahora también realizamos proyección social cuando
visitamos las comunidades, llevamos víveres, etcétera”.
En Arequipa existen cazadores muy experimentados, tal es el caso de
Elmer y Gonzalo Paredes, quienes volvieron a incorporar a Bruno en la cacería, quien
a sus 36 años continúa practicando preocupado por el equilibrio ecológico. Y es
que la cacería merece un nuevo significado: -Si alguien piensa en la cacería en algún momento, debe ser una persona
correcta, respetuosa, ética; la persona que quiere al medio ambiente, que
respeta a los demás, que es compasiva, ese es el verdadero cazador.
Finalmente, nos confía dos recuerdos, cuando de niño utilizaba la cacha
para atrapar pajaritos y una vez, por accidente, se dio con la piedra en el
dedo volándose una uña; y una de las últimas cacerías, a fines de octubre del
año pasado, en Sambambaias (La Joya). Miguel Rivas lo invitó a cazar porque
estaban desesperados por la cantidad de palomas y, con su permiso –acompañado
de Robert Román– cogieron cerca de 120 palomas. Finalmente, espera “que la gente sepa o entienda, que el
cazador no es un asesino, es una persona seria, correcta, comprometida, ética,
que respeta la fauna. Y cuando uno caza, sabe qué es lo que caza, por qué y
para qué lo va a cazar, no es hacerlo únicamente por maldad o deporte, tenemos
nuestra ética”.
En: Diario El Pueblo. Arequipa, abril de 2016.
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