LUZ Y OSCURIDAD EN LOS VERSOS DE GRACIA
TERUYA
Por: Hélard André Fuentes Pastor
El encuentro
entre lo real –sus posibilidades– y lo –imaginario– sus anhelos, permite que la
construcción poética adquiera un rasgo fundamental que busca dinamizar algunos
recuerdos de la autora con lo que acontece
en la temprana afectividad, esto
implica resonancias emotivas y suelen generar tremendos conflictos expresivos,
dignos de poetizar. Las figuras literarias de Gracia Teruya gravitan en la
etapa de la vida que monopoliza todos los sentidos y pueden corresponder a
temas de gran vulnerabilidad del entorno social que nos tocó vivir.
Los poemas
contienen imágenes que evocan a la sexualidad durante las etapas iniciales del desarrollo
humano: niñez, adolescencia y juventud, donde el amor se presenta como un halo
maravilloso que sencillamente nos abstrae de la realidad, y a su vez, en forma
de recovecos calamitosos que terminan devastándonos por completo. Lo que en un
respiro de nuestra vida resultaba indiferente, ridículo y hasta irrisorio,
ahora captura la atención produciendo nuevas sensaciones: es el vaivén entre el
amor y el desamor, sus estaciones idílicas con las dilataciones infernales.
A esta penúltima
etapa sobrevienen grandes cambios que terminan modificando nuestra apariencia
corporal y los esquemas psicológicos. En este marco teórico-conceptual se
orienta la trama y drama propuesta por Gracia Teruya, sucediendo momentos
marcados por el inocente pensamiento y, también, por las impresiones amorosas
intensamente obnubiladas. Lo primero representado en los siguientes versos: “Con mis ocho años /y tus siete /nos
largaremos de este planeta” (2015: 17). Y, lo segundo proyectado con estas
líneas: “Y como todas las historias
felices /se encontraron. /Y como era de esperarse /la destruyó” (2015: 15).
Precisamente,
las primeras etapas de la vida están sujetas a la curiosidad y permanente
exploración, donde el aprendizaje se da en base a la experiencia y nos
iniciamos en el reconocimiento de la propia identidad. Posteriormente, las
prácticas sociales que involucra a todos los factores de nuestra naturaleza,
será quien oriente la manera de observar el mundo, dándonos a conocer que la
apariencia física no era la única cualidad para enamorarnos, pues un
sentimiento como éste, abarca al individuo en su totalidad. La forma de pensar,
sentir y actuar, será determinante en dicha situación.

En una época
donde la globalización y modernización empuja a las primeras generaciones del
siglo XXI a profundos cambios en las visiones de la vida y una sociabilización
mucho más compleja que el simple juego con carritos o las recordadas ‘mariquitas’
que eran recortadas y vestidas con curiosas prendas de papel mediante una fina
pestaña, afectos como el amor influyen en el desenvolvimientos del abanderado, pues
inmediatamente pasan a ser el modelo ilustrado entre todos sus contemporáneos
que resuelven el tener un amor como prioridad en la adolescencia y juventud.
“Nunca Jamás” es la trama de este
poemario y, efectivamente, revela una característica del paso de la niñez a la
pubertad, la imposibilidad de concebir un amorío con la persona que
supuestamente reprobamos pero en realidad pretendemos. Comprobemos esta
apreciación en la siguiente estrofa: “Extraña
combinación /nadie sabe por qué /tienes la capacidad de trastornarme y traerme
de vuelta de pensamientos dulcemente corrosivos de la frontera del Nunca Jamás”
(2015: 17).
También se
percibe un estado anímico donde a través de la relación física los varones realmente
comienzan a enamorarse, mientras las mujeres ya lo hicieron antes de la
relación. La autora evidencia estos instantes mediante los siguientes versos: “Extraño los paseos en las catatumbas
fantasmas /y las inexistentes sesiones fotográficas en el cementerio…”
(2015: 20). En un universo donde la adolescencia y la juventud son criticadas,
cuestionadas y, de cierto modo, agredidas, presas de una severa incomprensión,
se comparten códigos que identifican el imaginario de estos tiempos.
La autora
resuelve con los siguientes versos: “Por
que algún día aprenderás a tocar violoncelo /y las cuerdas serán nuestro
alimento. /Porque el fecal mater será bombardeado /porque las pesadillas ya no
existan /porque con nuestra rareza en los ojos /no necesitamos de nadie”
(2015: 17). Aquí, el barítono es la inmediata representación de armonía, quizá
aproximándonos a la comprensión que tanto se anhela, que tanto aspira esta
juventud que se siente en penumbras, convive entre fantasmas y sufre el hecho
de sentirse aislado.
Oswaldo
Reinoso en su reciente publicación “Arequipa.
Lámpara incandescente” (2014), sostiene que la niñez no es tan inocente, y
a partir de sus reflexiones atesora momentos que sustentan aquella realidad
ficcional y orienta a sus argumentos. La imagen de muchos versos está en
función a este abordaje temático. Toda sinfonía de frases, nociones y símbolos,
me permiten relacionar la poética de Gracia con la etapa de la niñez,
adolescencia y juventud; la niñez con la finalidad de revelar sencillez y
belleza; la adolescencia, mostrando confusión, pluralidad de ideas y obscuridad;
y la juventud, orillada en alternativas, pero marcada por una decisión.
No obstante,
en lo tétrico de muchas expresiones encontramos un segundo escenario y, por
tanto, otro tópico que no dista a los quince abriles ni las veinte primaveras
en nuestra vida. Bien podría corresponder a la concepción (producto de un
afecto) y la sentida decisión de interrumpir aquel proceso de gestación
(producto de una aversión). En varias
secuencias poéticas notamos reminiscencias de dicha naturaleza, como observo en
la prosa inicial: “Las criaturas perdidas
caminaban lentamente hasta llegar a una hoguera de sangre y sol” (2015: 6).
Y cierto es que hay un sinuoso silencio, donde aparece alguna palpitación como
ésta: “Extracción de piel en la ceja. /Criaturas
perdidas en nunca jamás. /Historia sin fin y sin sentido. /Lima lila grisácea.
/Espera inexistente. /Inexistencia de criatura bizarra lacrimal” (2015:
24). Latidos que nos transportan a “Después del mundo” en un plano opaco,
confuso, vacilante, suscitando múltiples agitaciones.
Teruya
Revilla, artista egresada de la Escuela de Arte Corriente Alterna, ha ilustrado
sus versos y prosa poética con una serie de bosquejos cuya apreciación nos
vincula con lo contenido literalmente. En los trazos notamos dos elementos que
sincronizan lo versado: lágrimas y corazones. Por ratos el llanto precipitado
humedece el entorno. Otras veces, un corazón germinante advierte el continuar
de un latido. También se extingue, precisado por las aristas del triángulo de Robert
Sternberg dividido en dos. El pulso indefinido entre zigzag y oblicuos,
reproduce los sentidos y sin sentidos de la poética. Bajo este esquema expresa las
siguientes construcciones literarias: “Espera
inexistente” (2005: 24) o “fantasía
caníbal” (2015: 30).
Finalmente, expreso
a la autora mi sincera felicitación, pues su arquitectura posee, en cierto modo,
una visión aún vigente. Si el discurso femenino en la literatura nacional del
segundo tercio del siglo XX pretendía reivindicar el papel de la mujer en la
vida sociopolítica del país, consiguiendo grandes resultados como el voto de la
mujer en 1955. La lucha aún se proyecta en la actualidad observamos casos de
violencia familiar o las mismas diferencias de género, pero Gracia nos muestra
que hay otros retos y problemas de los cuales nos tenemos que ocupar, además de
revelar las profundas frustraciones y encontrar el aliento que nos permita
seguir avanzando.
Gracia
Teruya, nacida en 1986, forma parte de esta sensibilidad que está representada
en su poemario titulado “Después del
Mundo” y publicado por la editorial Vicio
Perpetuo Vicio Perfecto que dirige un grato amigo, el poeta Julio Benavides
Parra. Deseo que estas palabras ayuden a comprender el continente de la obra y
sean testimonio de mi aprecio y sinceridad.
Arequipa,
julio de 2015
Discurso
pronunciado en la presentación del libro en el marco del Noveno Festival del
Libro organizado por la Librería de la Universidad Nacional de San Agustín.
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