LA MÚSICA CRIOLLA Y EL “FANTASMA” DEL HALLOWEEN
Por:
Hélard André Fuentes Pastor
En: Semanario Énfasis. Arequipa, noviembre de 2015.
Cuando era
pequeño y no comprendía los comportamientos festivos de las tradiciones ni las
interrelaciones que se generaban en torno a ello, era partícipe de una
tradición universal que dieron en llamar “Halloween” y la cual, aparentemente,
superponía su simbología sobre una celebración nacional que revaloraba un
género musical y cuya voz se encumbra con las interpretaciones de Eva Ayllón.
Hace
aproximadamente setenta años, el presidente Manuel Prado Ugarteche mediante una
resolución suprema estableció que cada 31 de octubre se celebre el “Día de la
canción criolla”. El promotor de esta iniciativa, José Manuel Carrera del
Corral, quien presidía el Centro Musical “Carlos A. Saco”, pretendía homenajear
a los compositores de la música popular, lo que devino con los años y la
presencia de una tradición universal como es el Halloween, en una lucha por
lograr notabilidad y precio.
Por el
contrario, nosotros consideramos que el quiebre de esta tradición peruana no se
debe únicamente a un cruce de fechas, sino a la falta de actualización en el
repertorio musical, a los limitados recursos festivos, a la escasa promoción
cultural en nuestro país y el ostentar una celebración propiamente limeña o de
folklore capitalino como algo nacional cuando precisamente en las diferentes
regiones del país tenemos otros géneros que llevan a reflexionar sobre un conflicto:
¿Y en éste 31, dónde están los valses loretanos, los temas huancavelicanos, los
ritmos puneños, la música arequipeña, las melodías cuzqueñas, etcétera?
Celebrar el “Día
de la música peruana” vendría a ser el evento reivindicativo del siglo XXI,
donde reconozcamos nuestra diversidad cultural y otorguemos la posibilidad de
alimentar esta tradición, logrando dinamismo, movimiento y continuidad,
aspectos que requiere una tradición. Lamentablemente, aquella sectorización
donde solo se toca el cajón y se canta la música criolla, vuelve al festejo en
algo plano.
Tanto José
Manuel Carrera y Manuel Prado dirigieron su mirada a Lima y proyectaron la
actividad en todo el país. Por ello, el 31 de octubre de 1944, se izaron las
banderas del Perú en los diferentes centros musicales capitalinos, se
organizaron romerías en el Cementerio General para recordar a los precursores
de dicho género musical y la población acudió a la plaza para ser testigo de un
acontecimiento musical de gran euforia. Las ideas se reprodujeron rápidamente
y, como se trata de lo nuestro, alcanzó a los colegios a nivel nacional,
festejando con imitaciones, bailes, cantos o tocando sus instrumentos
musicales.
Quizá, de modo
inocente, el nombre de una tradición que pudo tener mayor arribo en las regiones
y comenzó a establecerse en la mentalidad de los peruanos, terminó disgregando
los géneros musicales, cosa que puede constituirse como su mayor riesgo (en la
medida que no admite mayores comportamientos festivos) y como su mayor logro
(nacionalizó un género musical en todo el país).
El “Halloween”,
de expresión inglesa y que conduce a la “víspera de todos los santos”, fue una
cuestión agregada. La universalidad le otorgó fuerza a esta tradición, además
de sus raíces milenarias que nos llevan a los celtas en la festividad Samhain o
a los romanos, generando un proceso y, en el transcurrir el tiempo, cambios y
permanencias en el festejo que llegó a América en el siglo XVIII con los
irlandeses. En los próximos dos siglos, éstas ideas irradian por todo el
continente y confluyen con las creencias autóctonas y las de herencia colonial.
La tradición se
enriquece por ejemplo: con la narración de historias misteriosas (en nuestro
país es posible por el misticismo que envolvía a los pueblos prehispánicos y
cuyas historias atesoramos en los cuentos del ande); con la elaboración de
trajes (cuyo contenido artístico nos remite a la celebración de carnaval donde
se organizaban concursos de disfraces); con los bailes tradicionales, los
juegos o el “dulce o truco” y las calabazas en el recorrido por las calles. Resulta
impresionante como varias aristas se encuentran en un mismo punto, consiguiendo
que Halloween sea una fiesta con aura propia.
En Perú existen
numerosas costumbres y tradiciones de raíz europea que en su momento fueron muy
cuestionadas, fundamentalmente, el carnaval. Bajo éste enfoque no tendríamos
por qué vilipendiar, apocar, acusar de alienada a una tradición que tiene
arraigo en América Latina y que, independientemente del marketing exagerado y
la comercialización desenfrenada propias de cualquier celebración, proyecta un
perfil particular, y es que en ningún otro lugar del mundo, alguien saldría
disfrazado de Avencia Meza o de “Zambo” Cavero.
Otro aspecto
importante para comprender las manifestaciones de ambas celebraciones es lo generacional.
Naturalmente, Halloween es una fecha de celebración infantil y juvenil que
implica un recorrido y, el Día de la música criolla, festejado principalmente
por algunos jóvenes y adultos, tiende a ser más estático, sugiere un escenario,
bien puede ser una plaza, un parque, un local o, incluso, íntimo y familiar
como resulta el hogar.
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