UN FLASH DEL PASADO:
LA FOTOGRAFÍA EN AREQUIPA
Hélard
André Fuentes Pastor
Historiador y
escritor
Publicado en la
Revista “Somos Uchumayo” y "Somos Yarabamba" No. 65. Sociedad Minera Cerro Verde. Arequipa, junio
de 2015.
Se presume que la fotografía se introdujo al Perú a mediados del siglo
XIX, siendo la capital del país uno de los principales escenarios de la producción
fotográfica. Su aparición se debe al “daguerrotipo”, una técnica surgida en
agosto de 1838 en Paris que permitía fijar imágenes mediante un lente. Dicho
procedimiento fue invento del francés Louis Jacques Mandé Daguerre, resultando
una verdadera revolución para la historia de la imagen.
A partir de entonces, se realizaron extraordinarios registros del
territorio en diferentes pueblos peruanos y retratos a las familias pudientes de
nuestra sociedad, quienes generaron gran demanda fotográfica impulsando toda
una industria y condujo a la creación de varios estudios fotográficos desde el
francés Philogone Daviette hasta el estadounidense J. Newland en Lima. Posteriormente,
se formaron talleres nacionales.
El pionero en la fotografía arequipeña fue Maximiliano Telésforo Vargas
(conocido como Max T. Vargas) y Emilio Díaz, luminosos artistas del sur peruano
que caracterizados por su variedad temática triunfaron en numerosos concursos y
proyectaron a la localidad como cuna y residencia de destacados fotógrafos. Y
es que el paisaje arequipeño, no solo concentraba la atención de los pintores y
poetas que mediante el pincel y la pluma resaltaban la riqueza natural y
cultural, también de expertos del lente como Carlos y Miguel Vargas Zaconet (Hnos.
Vargas), Martín Chambi, Manuel Jesús Glave, entre otros.
Max T. Vargas (Arequipa, 1873 – Lima, 1959) inauguró su estudio de
fotografía en 1896 en la calle Santo Domingo. Desde aquella fecha además de
fundarse un taller artístico, se creó un centro de aprendizaje que permitió
cultivar otros talentos en dicha rama, tal es el caso de los hermanos Vargas o
el puneño Martín Chambi, que trabajaron como ayudantes en su estudio. Bajo su sello
se han rescatado innumerables panoramas de la ciudad, entre los cuales podemos
mencionar: el Púlpito de la Catedral, Interior-Catedral, la Catedral, Piedra
camino a Yura y la Calera, el Cráter del Misti, Puente de hierro y el Misti,
Observatorio Astronómico de Arequipa, Cumbre del Misti, Iglesia Yanahuara, vista
panorámica de la ciudad, etcétera; y, personajes y familias de la alta sociedad
mistiana como los Wagner o Gibson.
Ciertamente, en la primera década del siglo XX se incrementó la
producción fotográfica, y dos jóvenes –orientados por Max Vargas– comenzaron a
producir sus propias imágenes, nos referimos a los Hermanos Vargas. Así, Carlos
(Arequipa, 1885 – 1979) y Miguel (Arequipa, 1887 – 1976) se convirtieron en
maestros de la composición y el retoque, sobresaliendo por su autenticidad manifiesta
en: la entrada de la Cabezona, Reclutas-Cuartel de Santa Marta, Coristas sobre
el escenario, Escuela Fiscal, Casa Forga, Día de cometas, vista de la Plaza de
Armas y de Yanahuara, Plaza de Santa Marta, Puente del acueducto San Lázaro, la
casona Ricketts y la del Moral, etcétera. Ambos tuvieron su propio
establecimiento en 1912, el cual quedaba en el Portal de San Agustín No. 11.
Los hermanos Vargas –hijos de Ángel Custodio Vargas y María Zaconet
Bueno–, dejaron como discípulo al arequipeño Manuel Jesús Glave Corrales (nacido
en 1903), dando continuidad a la fotografía profesional, es decir, aquella que
requiere de una indumentaria adecuada (desde el traje hasta los entornos) y se
preocupa de las posturas, los gestos y las técnicas visuales. No obstante, se
enriquecía del debate y la crítica entre colegas que buscaban sustentar su
arte.
Volviendo a los discípulos de Max T. Vargas, es fundamental destacar la
actividad de otro de sus asistentes, el recordado Martín Chambi, quien mantuvo
vigente la versatilidad de su maestro. Chambi, a los 17 años de edad comenzó a
trabajar en el estudio de Vargas, aprendiendo muchas técnicas y conservando la
excelencia de su antecesor.
En aquella época de excelencia, Maximiliano Vargas tuvo una fuerte
competencia en la rama de la fotografía, se trataba del arequipeño Emilio Díaz
Flores, quien en 1896 fundó su estudio en la calle Guañamarca No. 7 (hoy
Rivero) y cuyos trabajos fueron premiados en una exposición parisina de 1900. Díaz
Flores fue un fotógrafo que nació en 1870, hijo de José Manuel Díaz y María
Flores, se casó con Julia Flores, y falleció en su tierra natal, un 15 de
octubre de 1931. Tanto Vargas como Díaz, enorgullecieron el arte fotográfico en
la Ciudad Blanca.
La prensa escrita, las postales y exposiciones contribuyeron a la
difusión de la calidad artística fotográfica de nuestra localidad, cosechando
lauros y otorgando reconocimiento nacional e internacional a los fotógrafos
experimentados que desarrollaban su trabajo en regiones alejadas de la capital
republicana. Historiar la fotografía en la localidad significa valorar el
aporte de los daguerrotipos y analizar la evolución de las cámaras
fotográficas, ya que su demanda generó toda una industria.
Mientras a inicios del siglo XX, ésta práctica era exclusiva pues no
todos podían “fotografiar”, en 1928 encontramos la propaganda de unas de las
primeras cámaras para cualquier usuario, evidenciando la popularización de la
actividad. Se trataba de la marca Kodak’s,
vendida en la tienda de Belón & Cía (Moral 111-113), distinta a la marca Agfa, que tenía una cámara de doble
lente anastigmático de 6 x 9 cm., es decir, buscaba corregir los puntos que
suelen aparecer en la imagen, además tenía diez rollos de película y se vendía
en la librería L. Albareda (San Juan de Dios 109-113). Agfa ofertaba sus
productos ofreciendo precisión, simplicidad y lujo, así entregó otro modelo
como fue Agfa-Standard en 1930.
La aparición de las cámaras femeninas Brownie en 1931, revolucionó a la firma Kodak. Su moderno diseño (en
color encarnado, gris, verde, marrón y azul), su sencillo sistema y su elegante estuche “ad hoc”, resultaron ser
la innovación entre las cámaras económicas. La empresa, también ofreció la
Cine-Kodak Modelo K, que tomaba “películas
con tanta sencillez como una kodak toma instantáneas”, y las ofertaba prometiendo
la revelación gratuita de las películas en sus laboratorios. Otra marca que
destacó a fines de la década del ’30 en Arequipa fue la cámara Voigtlander, que se vendía en M.A.T. de
Scollo (Portal de San Agustín 113). Hacia los años ’50, encontramos cámaras
nocturnas con portalámparas y a pilas.
Cabe mencionar que los establecimientos
de artículos para fotógrafos a fines de 1930, fueron: Albareda León, Belón
& Co., César Bustamante, Concha Fernández & Pacheco, Gamón Bedoya &
Cía, Hinojosa Felícitas, Octavio Sosa, Vargas Hnos. y Valdivia Rolón A.; y,
entre los establecimientos fotográficos
destacaban: Cano del Carpio, Caro Eleodoro, Fotografía Gonzáles, Gonzáles V.
José J., Perea Portugal, Glave & Alcázar, Shiomura Sucs., Rodríguez Zaconet
Guillermo, Rodríguez Zaconet J. de D. y Vargas Hnos.; de éste último grupo,
Perea Portugal y Rodríguez Zaconet Guillermo, sumando a Zapana, realizaban
fotograbados.
La comercialización de diferentes máquinas en la primera mitad del
siglo XX, advierte dos situaciones fundamentales: la fotografía se volvió un trabajo
rentable para algunos “fotógrafos ambulantes” (realizaban tomas personales) y
existía la necesidad de perpetuar a través de lo impreso los recuerdos
memorables de las familias en circunstancias especiales de la vida; volviendo a
la fotografía una práctica tanto para profesionales como aficionados.
Por otra parte, de dicha perspectiva de estudio, se desprende la
necesidad de catalogar las fotografías hechas por algunos viajeros como las
tomas de Charles F. Lummins y Adolph Bandelier, quienes en 1892 emprendieron su
viaje al Perú con la Expedición Villard de fines arqueológicos. Lummins y
Bandelier llegaron a Arequipa con una cámara de 5’’ x 8’’ y su trípode,
realizando varias reproducciones de la ciudad.
No cabe duda que la fotografía constituye el testimonio de muchas
generaciones, los colores de un tiempo, una fuente para la historia republicana
y contemporánea del país, cuya importancia se traduce en la expresión inmediata
de las emociones.
Excelente, como saber la presencia del fotógrafo italiano Luigi Doménico Gismondi, estuvo en Mollendo, luego se traslado a La Paz.
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