LA CONFEDERACIÓN PERÚ-BOLIVIANA: UNA HISTORIA DE INTRIGAS, ODIOS Y AMBICIONES DE PODER

LA CONFEDERACIÓN PERÚ-BOLIVIANA: UNA HISTORIA DE INTRIGAS, ODIOS Y AMBICIONES DE PODER [1]

 Por: Hélard André Fuentes Pastor
Versión resumida publicada en el Diario El Pueblo con el título: "La otra historia de la confederación". Arequipa, 18 de julio de 20014. P. 9.

La escritora arequipeña Hortensia Málaga de Cornejo Bouroncle, afirmó que “un pueblo sin historia no tiene vida y nunca podrá tener alma que aliente con sus virtudes y heroísmos al tropel incesante de sus generaciones” (Martínez, 1947). Frase de la cual se desglosa entre papeles corrugados que toda evocación resulta ser una afirmación de la vida. La auténtica razón de hacer girar el tiempo atrás –sólo intelectualmente–, es tomar conciencia histórica de nuestros procesos políticos, económicos y socioculturales. Y ese pasado, según Marc Bloch, es “(…) por definición, un dato que nada habrá de modificar. Pero el conocimiento del pasado es algo que está en constante progreso, que se transforma y se perfecciona sin cesar” (Bloch, 1967: 49). Bajo esta concepción, la historia nunca dejará de sorprendernos, tanto en sus etapas de formación como de proyección y estudio, dando génesis a un razonamiento: todo aporte, que pudiera abrir horizonte al campo de la investigación, debe ser, desde luego, recibido con los brazos abiertos.
Actualmente, muchos aspectos históricos de la vida nacional, vienen siendo reexaminados con la finalidad de destacar la participación de las clases populares y descentralizar los procesos mediante la construcción del conocimiento histórico a partir de las diferentes localidades del país. Durante las últimas décadas, se ha priorizado como uno de los periodos más importantes en la Historia del Perú, el proceso de su Independencia o como lo denomina José Ignacio López Soria, “La época del rompimiento (1780-1824)”; y la Confederación Perú-boliviana, que para el reconocido historiador nacional Jorge Basadre, corresponde al periodo “Determinación de la nacionalidad (1827-1841)”.
Apenas declarada la Independencia en 1821, y la definitiva emancipación producida en diciembre de 1824 con la victoria de Ayacucho, el país sufrió una gran inestabilidad política, económica y social. El desconcierto y las intrigas políticas provocaron una serie de movimientos revolucionarios y divisionismos en el Perú, imperando el caos. Bajo dicho contexto, varios militares como Felipe Santiago Salaverry, Agustín Gamarra, Pedro Bermúdez y Luis José Orbegoso, a través de cruentas batallas, pugnarán por tomar el más alto mando político-militar del país, la presidencia.
Una historia de conspiraciones, odios y prejuicios, cuyos hechos discurren en las páginas de la obra “La Confederación y el giratorio tiempo” del respetado escritor nacional José Luis Ayala Olazábal. Los párrafos que componen cada uno de estos treinta y cinco capítulos, nos lleva a encontrar huellas, donde podemos reconocer –lejos de nuestros errores– las posibilidades de nuestra existencia como un país verdaderamente autónomo en sus decisiones, y fundamentalmente, democrático. A consideración de este humilde lector, la cronivela precisa dos grandes momentos: el primero, está dado en torno al caudillo militar Felipe Santiago Salaverry, y el segundo, se centra fundamentalmente en las figuras de Luis José Orbegoso, Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra.
Para comprender este proceso histórico, es preciso tener conocimiento de los periodos presidenciales de los caudillos militares que sucedieron al Mariscal José de La Mar; después de 1829, partimos con Agustín Gamarra hasta el año de 1833, luego, el General Luis José Orbegoso entre 1833 y 1835, continúa Felipe Santiago Salaverry desde 1835 hasta 1836, una vez fusilado Salaverry, tiene lugar la Confederación, por tanto procede el Mariscal Andrés de Santa Cruz de 1836 a 1839, año en que es derrotado y queda disuelta la confederación, retomando el poder Gamarra hasta 1841, donde sus afanes expansionistas lo  conducen a la muerte en Bolivia durante la Batalla de Ingavi.
La obra de José Luis, parte de un escenario concéntrico de emociones en torno al fusilamiento de Salaverry en la Plaza de Armas de Arequipa, que tuvo lugar el 18 de febrero de 1836. Felipe Santiago Salaverry ha sido uno de los personajes más discutidos del siglo XIX, mientras para unos como Ventura García Calderón, fue un “romántico de la acción”, para otros como el historiador Nemesio Vargas, se trató de un hombre que “enlodó con su sangre y la de muchos el suelo patrio” (Milla, 1986: 157); estas discusiones parten de la postura que el investigador acoge frente al tema de la Confederación Perú-boliviana. En el Diccionario Enciclopédico del Perú, cuya edición estuvo dirigida por Alberto Tauro del Pino, se manifiesta que Salaverry atribuyó a su campaña contra Orbegoso y Santa Cruz “un carácter nacionalista” (Tauro. T. III, 1967: 96), ante ello el autor considera todo lo contrario, asignándole los calificativos de violento, irracional, cruel, iracundo, traidor y demasiado ambicioso.
El punto culminante de este primer momento, se produce en la Batalla de Socabaya en 1836, efectivizándose la Confederación desde 1837 hasta 1839 con la disolución provocada por Agustín Gamarra, y que según sostiene el autor fue el tiempo más próspero que tuvo el Perú, indica que “El Perú como nunca antes empezó a ser visto como una República políticamente estable en América, parecía que la corrupción, los golpes de Estado, el saqueo del erario nacional, el bandolerismo y la anarquía militar habían terminado para siempre” (Ayala, 2014: 98). Una observación apasionada del autor, porque precisamente cuando se establece la Confederación, los emigrados (jurados enemigos de la misma) y Diego Portales (Ministro de Guerra y Relaciones Exteriores de Chile), comenzaron a actuar para detener las acciones de Santa Cruz ocasionando algunos excesos. De por sí, en el año de 1837, la Confederación Argentina, siendo presidente Juan Manuel de Rosas, le declara la guerra a la Confederación; por tanto, el entorno estaba atiborrado de sentimientos negativos, odios y rencores, que no propiciaron ningún respiro de tranquilidad en el país confederado.
Un aspecto transcendental de este texto literario, son los apuntes biográficos de muchos personajes que están inmersos en la historia, a partir de ello, explica el temperamento y profundiza en la personalidad de los protagonistas, como: Salaverry, Santa Cruz, Gamarra, Orbegoso, Diego Portales, Felipe Pardo y Aliaga, entre otros. Definitivamente, su lectura resulta amena, y aunque no es abundante en citas ni referencias bibliográficas, alcanza la consulta de diferentes diccionarios e incluso fuentes documentales, tales como: la “Exposición que hace el Presidente Provisional de la República Peruana José Luis Orbegoso de las razones que obligaron a solicitar de la República Boliviana auxilios para pacificar al Perú” (Imprenta de Francisco Valdes. Arequipa, 01-08-1835), la “Exposición de los motivos que justifican la cooperación del Gobierno de Bolivia en los negocios políticos del Perú” por Andrés de Santa Cruz (La Paz, 15-06-1835), el “Tratado celebrado entre los Gobierno del Perú y Bolivia” (Arequipa, 24-06-1835), los “Diálogos políticos sobre la defensa del Tratado de Paucarpata por Antonio José Irisarri” (Imprenta  A Valdez. Arequipa, 20-01-1838), etc.
A través de su prosa enriquecida con variedad de recursos literarios, se desprende al dar lectura, extraordinarias hipótesis que se pueden plantear en una investigación, destaco entonces, como una primera observación crítica del autor, que: “Cada caudillo militar peruano seguro de su condición moral y cívica de único salvador de la anarquía e inseguridad ciudadana, disponía de un ejército regular con la economía del Estado. Todos se creían indispensables para gobernar un país desorganizado, sin instituciones y atrapado en un largo periodo de sucesivos golpes de estado” (Ayala, 2014: 43), lo cual resulta siendo una de las causas del fracaso de la Confederación; para Basadre, se traduce en la guerra civil que vivió en aquel entonces el Perú; en este sentido, entiendo que hay más concomitancia, que diferencias, puesto que José Luis menciona que “El Perú se convirtió en un tablero de ajedrez en el cual, cada caudillo militar movía sus fichas tratando de asestar un jeque mate mortal, a cualquiera de los adversarios ubicados en distintos lugares” (Ayala, 2014: 43). Sin embargo, advierte además, que “todos se creían con derecho divino para ser presidentes del Perú” (Ayala, 2014: 37), “pero ninguno tuvo la visión de fundar una República con justicia, cimentar una Nación plural, poner las bases de un estado democrático y acabar con los rezagos de la aristocracia, la corrupción y la coloniedad” (Ayala, 2014: 153).
La segunda apreciación, es en torno a la descripción que atribuye a los caudillos militares, indica que “Orbegoso era aristócrata, lento y pasmoso; Gamarra, astuto, mendaz, traidor, abyecto, mentiroso; Bermúdez, falaz, oscuro y manipulable. Salaverry, violento, cruel, ambicioso…nadie podía confiar en nadie porque cualquiera podía amanecer con dos balas alojadas en la espalda” (Ayala, 2014: 23). Inmediatamente surge una interrogante, ¿Cuál es la percepción histórica difundida de cada uno de estos personajes?, encontramos que frente a Salaverry, la “imagen que ha prevalecido, la que más se ha divulgado, es la de militar intrépido, bondadoso e idealista” (Milla, 1986: 157), Orbegoso como un personaje de familia noble, y Gamarra como el “representante del extremo nacionalismo peruano de las décadas posteriores a la independencia” (Tauro. T. II, 1967: 15). En tal sentido, debemos reflexionar respecto a la importancia de investigar a profundidad sus acciones, decoros y deméritos.
La tercera valoración, gira respecto al significado socio-cultural que tuvo esta etapa en el Perú. José Luis Ayala, señala que: “Como en el tiempo de la Colonia al ver que San Martín declarara la Independencia del Perú y el Libertador Simón Bolívar derrotara definitivamente al ejército de España, mucha gente que apoyaba al virrey se convirtió en republicana de la noche a la mañana. Pero mantuvo una oculta añoranza y mentalidad colonial” (Ayala, 2014: 72). Si bien es cierto, que somos resultado de dos vertientes culturales (occidental e indígena), cabe mencionar que la mentalidad del peruano de las primeras décadas del siglo XIX, aún tiene apego por los usos y costumbres virreinales, sobre todo, la aristocracia limeña.
La Confederación, resultaba por un lado ser prematura, ya que Bolivia acababa de establecerse como un estado en 1825, y el Perú de emanciparse en 1824, por lo tanto se respira un aire de gran inestabilidad, una de las razones por las cuales el proyecto de Santa Cruz no pudo sostenerse; sin embargo, también es cierto, que existía un discurso sumamente segregacionista por parte de muchos emigrados, e incluso estaba cargado de prejuicios raciales, como bien afirma José Luis, cuando indica “Mientras que Salaverry era un mestizo ilustrado, sobre todo limeño y sanmarquino, Santa Cruz era para Lima colonial, un indio, un indígena, un cholo, un “viejo jetón”, pero además extranjero, un advenedizo boliviano” (Ayala, 2014: 80). En otros párrafos, considera que “para mucha gente hispano criolla limeña, la Confederación Perú-boliviana era una cuestión de indios, un proyecto propio de indígenas resentidos, un efímero ideal del dominio boliviano” (Ayala, 2014: 83). Ciertamente, tras un nacionalismo exacerbado, existe esa disposición de exaltar una cultura en desmedro de la otra, que podría ponderarse a través de los calificativos utilizados por Felipe Pardo y Aliaga contra Andrés de Santa Cruz, llamándolo: “Jetis Khan”, “Alejandro Guanaco” o “Cholo Jetón”.
Jorge Basadre en su monumental obra “Historia de la República del Perú”, consideró a la Confederación como “el gigante con los pies de barro”, donde por una parte se reconoce la magnitud de este proyecto, pero apoyándose en el análisis de las relaciones internacionales, constituía “una amalgama mal hecha de varias nacionalidades y de varios grupos que no podía sostenerse a sí misma” (Quiroz, 2010: 78).  No obstante, José Luis manifiesta que “la Confederación Perú-boliviana tuvo en sus orígenes la génesis de ambos pueblos hermanos, históricamente nacieron juntos, unidos no solo por el mismo cordón umbilical y proceso cultural. Estuvieron unidos por las misma raíces étnicas, memoria ancestral, culturas milenarias, territorio común y cosmopercepción” (Ayala, 2014: 49). Que hubo varios grupos políticos-militares pugnando por el poder, es incuestionable; pero no podemos desvincular de modo irrestricto a ambas naciones, efectivamente, como afirma el autor, tanto Perú como Bolivia compartían una raíz, una cultura en común, es evidente, con tan sólo observar la ruta del “Qhapaq Ñan”, una extensa red de caminos Inca, cuyo objetivo era unir diversos pueblos del territorio del Tahuantinsuyo, que hoy forman parte de los países de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Las ideas respecto a la confederación, no surgieron exclusivamente de los afanes de Bolívar o Santa Cruz, tienen un antecedente remoto –de hace muchos siglos antes– con la civilización incaica, que siempre propendía a fortalecer su hegemónica nación.
Sin duda, la obra de José Luis Ayala, replantea algunas ideas en torno a la Confederación Perú-boliviana, pero a su vez, permite reconocernos en algún tiempo de nuestra existencia, y sobre todo, considerando su estructura y forma, cabe indicar que este libro produce placer al leerlo, lo que permite traer a colación la frase del escritor argentino César Melis, quien indica que “todo libro es una conversación y como toda buena conversación es un arte” (Melis, 2011: 7), y este arte debe iniciar con el tácito impulso de mostrar el mayor entusiasmo y alegría, ya que atesora el deseo impredecible de compartir con nuestra impronta, la propia concepción del mundo. “A partir de la construcción que cada lector haga del texto” (Mutti, 2012: 7), se propicia siempre, el más armonioso e íntimo encuentro. Un libro está poblado de conocimiento, y como tal, es una herramienta básica e indispensable para la educación; “La Confederación y el giratorio tiempo”, lleno de voces, murmullos y vivencias, con la pluralidad de sus melodías, es el medio de expresión de las ideas, abriéndonos al placer y al impacto de su significado.

BIBLIOGRAFÍA
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[1] Discurso pronunciado con motivo de la presentación del libro “La Confederación y el Giratorio Tiempo” del poeta nacional José Luis Ayala, realizado en el Cine Auditorio de la Municipalidad Provincial de Arequipa, el 7 de julio del 2014. / Versión resumida: Diario El Pueblo. Arequipa, 18 de julio del 2014. P. 9. / Versión completa: Revista Síntesis Social No. 6-7 de Annalicemos Hist8ria de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, 2015. / Cuadernos de Pensamiento. Política y Sociedad. No. 1. Arequipa, julio del 2017. P. 88-92.

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